Bernardo de Irigoyen al 1500, donde San Telmo desbarranca en Constitución. El mármol de la entrada atempera el calor de los veranos, donde el sol cae a pleno desde el oeste -sólo con algún árbol de contención improbable- taladrando el acero de la puerta de entrada, hoy verde, hoy enrejada. Me digo, "aquí viví mucho tiempo", y parece que fuera otro quien lo dice. El barrio es una metáfora de la Argentina: hace cincuenta años era zona de lujo. Mi padre iba con los abuelos a comer al restaurant de la estación. Luego, ya se sabe: desidia, inquilinatos, autopistas, comercios que ya no venden, zona de paso. El triunfo de la fealdad. El departamento se vendió por nada; la verdad es que hoy no puede uno caminar por esa cuadra en la noche.
Y si pudiera detener la cinta y sacar una foto de la década, contemplaría una marea de sobrevivientes que se mudan al norte de la ciudad. Se agolpan en conejeras seguras, alquilan mal e hipotecan futuros. Estalla Palermo para darles albergue, se destruyen casas para acercar progres al cielo. Todo por huir del Sur, todo porque los sucesivos gobiernos permiten el triunfo del mal gusto, la violencia, el clientelismo. Y los que se salven, que se vayan a sus cotos cerrados al Norte.
Hoy el mármol y algunos viejos permanecen en ese edificio. Van en procesión lenta al supermercado de Brasil y Perú, y rezan para que no los asalten al salir.
Sunday, September 02, 2007
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1 comment:
Para quien ha vivido en el mismo lugar casi los mismos años que vos la foto es una daga en el corazón.
Yo creo que el principio del fin fue la autopista. Eso creó un abismo entre el oeste y el este.Como una nueva zanja de Alsina. De la misma manera que ésta inició la erosión de la Patagonia, ese falso progreso erosionó el barrio. Es que antes era un barrio, con comercios, cines, panaderías,el policía, el diariero, en fin, las mismas caras todos los dias.
La autopista disolvió tanto el barrio como el espíritu de pertenencia y lenta pero inexorablemente se llegó a lo que es hoy, casi un ghetto del sur, lleno de inmigrantes ilegales, marginales y tipos de paso.
Los que pudimos, emigramos al norte en busca de playas más cálidas y seguridad privada, los otros, los viejos, seguramente habrán redoblado sus rezos a Santa Catalina mientras caminan, lentos, hacia el supermercado de Brasil y Perú.
Rosario
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