Thursday, January 15, 2009

En el campo, lejos de la ciudad

Los Kirchner, la sequía y las langostas. Esas son las tres plagas del momento -me dicen mis amigos en el campo, lejos de la ciudad. Titubean, eligen las palabras, pero no hace falta mucho para convencerme: el ecosistema se ha alterado. Salgo a correr unos 10K más bien lentitos y me acompaña un pequeño tropel de langostas que hace shhh, shhh a cada paso -un piquete de autocensura- mientras algunas se enroscan en mi zoquete izquierdo. Los caranchos me siguen de cerca, dándome por muerto, atléticamente o no; hay mariposas blancas que de seguro son efectos especiales. En un bosque de eucaliptos secos encontramos las primeras viudas negras, que luego hallaremos en las cercanías de la pileta, de la cancha de tenis y en los silos al lado de la casa.

"Si te pican, tenemos cuatro horas hasta el hospital" me dice afablemente mi amigo. Aclara rápidamente que hay antídoto. Un martes hago los 40 km hasta Coronel Suárez buscando banda ancha y verifico el estado del camino. Con la sequedad afloran los alambres y es más fácil pinchar un neumático. Sería doble mala suerte: que te pique una viuda negra y que pinches. A la vuelta nos acercamos a una telaraña y preparamos el banquete: arrojamos saltamontes y mantis religiosas, y filmamos. La araña negra del tamaño de un dedal mueve su abdomen con ocho rojo delicadamente diseñado, y con economía de movimientos, gana siempre. Es una araña K.

Lo bueno es la cancha de tenis libre: a esta hora los locales no se le animan al cemento. En el asado de la noche una prima inglesa revela palabrotas inimaginables y confiesa su entusiasmo: en el pueblo le dicen "que es muy gauchita" y para ella esto es simple pertenencia y no bardo. No la decepciono, pero la tentación es grande. Al día siguiente me dicen que volvieron las águilas langosteras que migran desde Canadá, atraídas por la sequedad y los insectos: levanto la vista, apenas se las ve en lo alto. Hay relámpagos hacia el sur -es allá el Sur, no?- pero no llueve. Las vacas están flaquitas. Los girasoles ya no giran. Y como temiendo más maldiciones, no se habla de los Kirchner, en el campo lejos de la ciudad.