Monday, July 21, 2008

21 de Julio: Día de la Indiferencia

“Si los hados tienen sus fechas antagónicas en Noviembre, por qué los mortales no deberíamos poseer algo parecido en Julio?”. Así comienza la obra “Fechas, fractales y fisonomías” del pensador Pablo W. Lugüercio, donde alude a casualidades (causalidades) del calendario y su correspondencia con el pensamiento de Occidente.

Lugüercio sostenía que Halloween, Día de los Santos y Día de los Muertos constituyen una tríada de festividades contiguas en Noviembre “a la que deberían corresponderse el 19 de Julio con el Día de los Enemigos, el insoportable 20 de Julio del Día de los Amigos, y el 21 de Julio como Día de la Indiferencia.” Los detractores de la obra de Lugüercio hallaron esta encíclica particularmente odiosa, y aprovecharon esto para convocar al marathonista y pensador a un ágape teñido de crueldad el 21 de Julio de 1968. La velada transcurrió en el restaurant “La Aguada” del centro de La Plata. Allí se le concedieron a Lugüercio falsos premios, se invitó a periodistas para su escarnio, y se lo emborrachó completamente. El final quedó registrado en fotos del diario “El Día” de la ciudad platense: el pensador coronado con una calabaza, cumpliendo la analogía con los ritos de Halloween, y rodeado por sus detractores, que se mofaban de él.

Hay varias interpretaciones sobre el tercer día, que celebramos hoy. Respecto a las fechas de Noviembre no hay proceso más abarcativo que la muerte: allí caen también los santos, los fantasmas y nosotros. De igual modo, hay más gente que nos es indiferente, que amigos o enemigos. Levantemos la copa, pues, por este 21 de Julio que nos toca a todos, y en el cual no hay que hacer exactamente nada: sólo contemplar esa marea de otredades que vaga bajo la lluvia, desde un bar de Niceto Vega, y sospechar que la indiferencia es un poco la antesala de esa pluralidad borrosa que es la muerte.

Wednesday, July 16, 2008

Partícipe necesario

La parte estúpida de mí mismo bate palmas mientras aprieto el "Send" y el informe de gastos comienza a uploadearse. Cumplo así en tiempo y forma con lo requerido con la CFO, a pesar de que hay mil cosas más importantes. La sensación es semejante a la de Lost in Trebuchet, y la forma le gana por goleada al fondo: puedo estar atrasado con una serie de cuestiones, pero siento que debo cumplir con la burocracia.

Hay un antecedente. Hace veinte años solventaba mis estudios trabajando en NCR como técnico de Banelcos. Los gerentes de los bancos palidecían al verme llegar: debo haber sido el peor técnico de cajeros automáticos de la historia. A la vez me negaba sistemáticamente a trabajar los fines de semana. Pero finalmente no me echaron por ser el peor técnico ni por preferir el voley los fines de semana, sino por no entregar jamás a tiempo los informes de gastos.

No me queda mucho de aquella época: un par de destornilladores, un traje que pronto pasó de moda, las bolsas antiestáticas color azul metálico, y la indemnización que me permitió terminar la carrera. O tal vez queda algo más, esa pequeña derrota con la burocracia que se agiganta con los años.

Tuesday, July 08, 2008

Banalidades y Bradburydades

Los pensamientos que uno tiene frecuentemente son banales. Son cursilerías del tipo "nadie más se da cuenta del ruido a dentista que hay en Florida y Córdoba". O son reflexiones nimias sobre por qué el remisero se queda esperando mientras entrás a tu casa, y se atribuye esto a i) te cuida por si te van a chorear (gratitud), ii) se fija si te olvidaste la llave (otro viaje, maximización de ARPU, o iii) está en combinación con quienes efectivamente te van a chorear (partícipe necesario del hecho delictivo). Hasta ahí llega uno.

Para combatir esto, hoy encontré un librito de primaria con un Bradbury puro y duro de hace cincuenta años, mirando a esta sociedad -la de ahora- usando las palabras de Etiil -el de Marte-. Una bradburydad, vea.

"Querida Tylla: Pensar que en mi ingenuidad pensé que los terrestres contraatacarían con fusiles y bombas. No, no. Cometí un triste error.

Hay rubios robots de rosados cuerpos de goma, reales, pero de algún modo irreales; vivos, pero de algún modo automáticos, que viven en cuevas. Tienen, además, una mirada fija, inmóvil, por haberse pasado innumerables horas mirando películas. Sólo tienen músculos en las mandíbulas: mastican incesantemente unos trozos de goma
...

Y no sólo eso, querida Tylla, toda la civilización terrestre es algo semejante. Y hemos sido arrojados en esta civilización como un puñado de semillas en una mezcladora de cemento. Ninguno de nosotros podrá sobrevivir. Nos matarán a todos, pero no con una bala, sino con un amable apretón de manos. Nos destruirán a todos, pero no con un cohete, sino con un automóvil (...)

Preveo que esas jóvenes brujas y esas gomas de mascar aplastarán, contaminarán, atraparán a nuestro ejército en los cines. Uno de estos días trataré de escapar e ir a Marte. Tendrá que ser pronto. Las mujeres de este malvado planeta están ahogándose con una marea de sentimentalismo, de falso romance. Buenas noches, Tylla. Deséame buena suerte, pues moriré probablemente tratando de escapar. Besos a los niños.


Llorando en silencio, Ettil dobló la carta y se prometió a sí mismo llevarla más tarde al correo del cohete."


Ray Bradbury, "La mezcladora de cemento" (1955)

Wednesday, July 02, 2008

Running Cadillac

Y puede ser que no todo esté perdido, y que un post en Facebook te haya alertado, y que lo que iba a ser una corrida tranquila atravesando el frío de Palermo se convierta en algo muy raro.

Se sabe lo que es un mito urbano (una mentira con mucha divulgación), pero un recital sorpresa es lo contrario, una especie de happening de entrecasa propagado por vías informales . Ocurre un poco como con las SmartMobs de Rheingold, y los PacMan van auto-organizados, avanzando como zombies de Michael Jackson sobre Figueroa Alcorta. Entonces la sensación es distinta, ir corriendo alrededor del Planetario, siendo un testigo distante, mientras se escucha el recital y se trata de esquivar la horda que se lanza sobre la avenida.

A la vuelta, las fieritas que pasaron por el Rosedal dejaron perfumada la milla del óvalo. Entonces hay que revisar el concepto de LSD del post anterior. Fue una corrida estimulante, cuando menos.