Monday, March 31, 2008

Lost in Trebuchet

Hay momentos en que mi mayor preocupación se refiere a que las planillas y documentos en l0s que estoy trabajando lleven el font Trebuchet. Claro, esta es mi cruzada absurda de Abril: convencer al resto acerca de la necesidad de este cambio de formatos, aunque esto deba avasallar ciertos bastiones corporativos.

Puede ser que cuando el contenido falla atravesemos una pasión repentina acerca de los formatos, y nos embarquemos en ciertas obsesiones estúpidas para preservar a nuestro yo de reales preocupaciones. Puede ser. Pero veamos: la misma palabra "caracter" se refiere tanto al tipo de letra como a la personalidad. Y más: la grafología establece idas y vueltas entre lo que ocurre en nuestra cabeza - nuestra necesidad de que nos entiendan, o no- y la escritura. Y no tanto, porque ahora manda el monitor y no tanto nuestra bonita letra. Y Trebuchet fue catalogado como uno de los diez fonts seguros de la web... porque tiene buena definición en cualquier browser de cualquier PC o Mac.

Todo se complica más si se considera que se llamaba trebuchet a un tipo de catapulta originada en Bizancio y adoptada más tarde por los franceses; y aún más cuando se descubre que el tipo de letra diseñado por Vincent Connare en 1996 responde a una jodita escuchada en los cuarteles de la Microsoft Corporation . La pregunta fue "can you make a trebuchet that could launch a person from main campus to the new consumer campus about a mile away? Mathematically is it possible and how?".

No quiero catapultarme. No aún. Pero cada vez Trebuchet me gusta más.

Friday, March 21, 2008

Cajas chinas

Hay ciertas regiones de mis hijos que me están vedadas, a las que nunca llegaré. Hay otras -como el juego o la lectura- donde aún soy bienvenido. Enumero: construir espirales con autos, o entregarles mis Matchbox, jugar al whist o al TEG, hacer las diez preguntas de La Nación, armar duplas de voley mientras mi espalda resista, son buenos ejemplos de esa frontera que existe entre pasarla bien con los hijos y ser Ned Flanders. El mejor indicador es la risa genuina.

Pero. Cuando mi entrada no está permitida, en cambio, detecto un común denominador. Lo que me enoja de ellos es reconocer precisamente mis defectos transplantados de generación en generación. Me enoja ver mis propias limitaciones en ellos, e intuyo lo que habrán de sufrir. Me sorprendo dándoles consejos de mis viejos, e intuyo cierta responsabilidad de las generaciones pasadas, como si el material genético no hubiese variado un ápice, distribuyendo cuotas partes de bipolaridad e intolerancia a lo largo de eones.

Y así estamos inmersos en las cajas chinas del material genético, que termina venciendo por goleada a todos los intentos de sociabilización. Los veo, me veo a mí y recuerdo a mis padres, todo en el mismo momento. Los cuarenta años tienen eso, la equidistancia. Y así somos tan modernos y tan medievales a la vez, a medias entre los portazos y los msg, unos necesitando correr treinta kilómetros para estar bien, y otros encerrándose en su cuarto.

Friday, March 14, 2008

El espejo y los gestos

En el fondo del reloj aguarda la muerte, decía Cortazar. Y en el fondo del vestuario del Club está el espejo rajado, que me hace pensar en el paso del tiempo. Porque tengo mi locker allí hace años, porque allí aprecio como va cambiando un grupo estable de gente a lo largo de los años, o por cuestiones de vana pertenencia.

Hay una idea muy buena de Kundera: ciertos gestos que se van perdiendo con los años. El gesto de proteger la llama de la vela del viento, algunas clases de saludos, o algo tan personal como mi gesto de acomodarme los anteojos –sin sentido al dejar los lentes tras la operación de la vista-. Qué hacen los que se mesaban los cabellos cuando se quedan calvos?

Sumo miembro a miembro ambos párrafos. Hace treinta años los hombres no se estrechaban la mano. Pasó el tiempo, y ahora el beso masculino es la norma, en todos lados -aún en ambiente de empresa, para escándalo de nuestros HLA-. Creo que el péndulo está empezando a ir para el otro lado. Esta semana vi a grupos de chico en rugby y en natación estrechándose la mano, con la misma pretendida seriedad que nosotros en los setenta. Y hoy, junto al espejo de la foto, vi una escena similar entre chicos de catorce. Los besos entre hombres son otro gesto que se está perdiendo, que se está yendo al otro lado del espejo.

Monday, March 10, 2008

Otoño

El sol ilumina la pileta olímpica de Newbery. El observador a lo Rock Taylor en la máquina del tiempo vería algunos cambios notorios cada seis meses: de Abril a Noviembre hay un gran techo inflable –los más entusiastas lo llaman Globo- que cubre con éxito los 50 metros y los seis andariveles. En los días de semana, salvo que entrene el Equipo, casi no hay gente. En la película rápida Rock apreciaría que el apogeo del club ya pasó y sólo quedan años de decadencia.

Durante los meses fríos hay un sistema complejo de calefacción que permite nadar con algo más de cero grados y contemplar desde el agua algo del mundo exterior. Imaginemos Palermo diez mil años antes de Cristo, con estalactitas, estalagmitas y algún mamuth rondando el Rosedal: eso es lo que se siente. Pero los viejos del Club son animales de sangre fría que se sobreponen, y dada la existencia del carnet de vitalicio, medran en el lugar. Se mueven con slips raídos como augustos camalotes por los andariveles del centro, supuestamente destinados para nadadores rápidos. Quedan inaugurados nuevos estilos de espalda con braceo doble –golpeando eventuales nadadores incautos, a ambos lados, que detienen su nado para contemplar el camalote agresor-. Desde fuera, los jóvenes miran con extrañeza el espectáculo. Esto, desde la galería que da a Paleta, munidos de convenientes cafés cortados.

En el resto del año los viejos subsisten, sí, hasta que mueren; pero si el andarivel está más o menos vacío queda el consuelo siguiente: nadar sin el Globo en atardeceres cálidos, la brisa rozando la cadencia del brazo que hiende las aguas, la mirada fija a través de las antiparras que busca el contorno rojo del disco que cae en el Oeste. Todo esto disuelve las penas. Y se sabe, el Otoño comienza cuando el sol golpea el andarivel Uno al mediodía y la pileta ya está casi en sombras, aguardando su destino. Entonces algo enciende el Otoño, y se queman las hojas esperando la Pascua, y afuera sigue el mundo, ya sin mamuths pero con estúpidos mails y stress.

Friday, March 07, 2008

Vincent

Desde hace unos doce años lo conozco. En mi cabeza él es Vincent, por su evidente parecido con Vincent Price. Su quintita laboral es desde entonces oscura, retorcida y tortuosa, en resonancia con la Casa Usher. Solía ausentarse de las reuniones sin motivo alguno, y lo imaginaba enterrado vivo, a lo “Tonel de Amontillado”. Sus vaticinios eran funestos, muy a lo “El Cuervo Negro”. No puedo decir que su voz fuera ominosa como la de aquel Valdemar de ultratumba, pero sí que al leer sus mails uno sentía escalofríos. Nada jamás llegaba a buen puerto con él.

Hace unos tres años traté de poner en caja un tema que él estaba llevando, en una típica cruzada absurda entre áreas opuestas por el vértice. En cada encuentro el tipo lograba contagiar su nerviosismo al resto, tal vez porque su arsenal de retiradas, bombas de humo y pases de magia se estaba agotando. En tres meses no logré nada de él; una vez fui a su oficina y me tocó temblar frente al desorden de biblioratos e impresoras en desuso. La acumulación de información inútil –lo que ahora se llama infoxicación- siempre ha sido mi fantasma.

Hoy volvía de almorzar bajo la garúa en Florida y lo vi. Venía caminando en sentido contrario, dando pequeños pasos veloces. Me di cuenta que no recuerdo su nombre: mi venganza fue el olvido, tal el consejo de Borges. Se lo veía algo más pequeño y con el pelo más canoso, lanzando miradas furtivas a ambos lados. Vincent debe estar ahora cerca del retiro, pero se aferra a su cargo como Valdemar a la vida. Debió ser la lluvia o el presagio del Otoño, pero sentí un escalofrío. Uno nunca sabe, tal vez me esté engripando.

Tuesday, March 04, 2008

Paranoia al revés

Si la paranoia es tomar conciencia de la estructura fina de la realidad, trackeando con mayor frecuencia lo que ocurre y reinyectándolo en el input de cada día, puede hablarse de lo contrario. Existe una paranoia al revés cuando, mayormente por error, el mundo toma conciencia de uno.

Es entonces cuando se habla de los quince minutos wharholianos, de los medios, y de la capacidad del networking en la atmósfera web2.0; yo más bien llamaría a este fenómeno “fama pedorra”, saludaría a las autoridades, y daría por clasurado el acto.

Me llamó Charlotte hace minutos. Los celus crepitaban angustiosamente –a estas alturas Movistar podría vender “Buena Audición” como un producto de alta gama que causaría furor en el mercado-. Le entendí a duras penas a la blonda que en un Diario de Lanata alguien escribió algo sobre nuestros blogs. Bajé al Torrente Florida, esquivé a la Muchedumbre Panfletera (cruza entre piqueteros y recicladores de celulosa) y compré el Crítica, una especie de derivada tercera del Página 12. Leí el artículo y casi todo era cuidadosamente inexacto. Todo lo cual me arroja en la cruzada absurda de dejar todo asentado en dodecasílabos.

“Hacen bardo en un diario de Lanata /
sobre blogs tuyos y míos; es sanata”.

Saturday, March 01, 2008

Una maldita cosa detrás de la otra.

"En 1971 Borges vino a Oxford, obviamente para recibir un título honorario. En ese momento yo tenía 25 años y escribí en mi diario en esa oportunidad que Borges tenía "la presencia más suave y agradable que alguna vez haya visto o sentido". Ahora tengo 50 años y el eco de esa presencia sigue sobreviviendo en mi interior. También leo que escribí "parece una veleta entrada en años que los vientos del tiempo hicieron adelgazar (...) Su obsesión calma, precisa y total con la identidad y el tiempo me hicieron sentir que ésta era la verdadera condición normal del hombre".

Hablaba en un inglés suave y agradable, y parecía nadar en nuestra literatura (...) Logró que la sala estallara en risas y en aplausos cuando citó la observación de Lord Chesterfield "Qué es la vida? Una maldita cosa detrás de la otra".
En un cierto momento hace 25 años Borges me mostró que el verdadero rol clerical del escritor es con la gravedad de las cosas, con la "verdadera condición normal del hombre" que tanto tiempo nos lleva a ocultar." Más tarde, durante la guerra de Malvinas, nos recordó que la obligación del escritor es decir la verdad, más allá de la popularidad".
(Textos de Julian Barnes haciendo referencia a JLB).