Tuesday, January 26, 2010

Facebook es el nuevo horrorcrux


"Grandes calamidades nos acechan" me dijo el Payaso Lugüercio, una vez que nos vimos en un bar de Canelones luego de su malhadado pase a Racing. El pensador -que algunos aún sospechan futbolista- estaba más desorientado que de costumbre, o "crispado", palabra absolutamente en boga en la inteligentzia porteña.

Mientras apuraba su cerveza Pilsen, el pensador se puso a hablar sobre el horror que le produjo Facebook. "Es el nuevo Horrorcrux!", comenzó a musitar. Febrilmente comenzó a enumerar los problemas actuales del Facebook:

  • Los que se van de vacaciones y postean absolutamente todas las fotos.
  • Los que tratan de exhibir a cada momento lo trendy o viajados que son.
  • Los que no corren riesgos, dan sólo opiniones medianas, o apenas postean pulgarcitos para arriba de “like”.
  • Los contactos demasiados fieles que contestan seriamente a cualquier burrada, como si fuese una tesis doctoral.
  • Los profesores que son “amigos” de alumnos, y caen en excesos de intimidad o de franqueza.
  • Los que abruman con la continua exhibición de sus hijos.
  • Los que te taggean en una foto con la que no te sentís identificado.
  • Los que creen que la letra de una canción los identifica a cada momento, y convierten eso en su status.
  • Los que se unen a miles de grupos acerca de “lo que está bien” (ortografía, política, ecología), dejándote a vos desbarrancado en el lado oscuro de la fuerza.
Terminó el soliloquio, suspirando, y se puso a hacer rotar un cenicero. Me sentí en la obligación de calmarlo, y señalar un par de aspectos positivos: compartir (algunas) fotos, recibir consejos de buenos recomendadores de música o libros, mantenerse en contacto con amistades lejanas, etc. Comencé a desconfiar de mi propia defensa.

Lugüercio no admitió réplica, y pidió una pamplona. Se refirió a la "banalización de los contactos" y me explicó lo que era un Horrorcrux en la épica Potteriana. Voldemort necesitaba destruir su esencia mediante crímenes para lograr la inmortalidad, materializándola en objetos. "Lo mismo hace el usuario de FB al proyectar personalidades disímiles" gritó. Y luego susurró que son vanos, que son tontos, que se reparten en distintas personalidades, "casi como horrocruxes comunicacionales".

Lugüerció tambaleó. Lo llevé mansamente a la puerta del bar. Una pareja con sendas laptops se escribía mutuamente en su Wall-to-Wall, casi como dándole razón. Recordé una amiga que hace un tiempo escribió "a partir de hoy no recibo más florcitas, besitos, abracitos de Facebook. Sólo las acepto personalmente". Me fui convencido de que se la voy a presentar a Lugüercio.

Tuesday, January 12, 2010

Tudo bom, tudo legal


Aprovecho el pequeño sabático para poner las cuentas en orden: bancos, impuestos, papeles viejos. En sintonía, días atrás había aparecido Ile -su nickname entre rosas en el MSN, pero con promesa de espinas-: Nene, estuviste pagando mal el monotributo durante años decía el texto, casi tweeteriano. Lo recuerdo bien porque los mensajes que me detonan el alma son en cursiva. O son traducidos al cursivo, no lo sé.

Ile es amiga desde las épocas de la BBS; creo que la oscuridad de las pantallas de chat de Mainet nos persigue desde entonces. A tono con el fin de año, esperé a que todo sedimentara: la muerte de Sandro, los regalos, la promesa de vacaciones, y varios etcéteras sociales y laborales. En Enero voy y pago, me dije sintiéndome jinete de mi propia estatua moral y ecuestre.

Días después me enteré que el pago no es sencillo. El valor de la deuda muta día a día. Se debe imprimir unas 400 hojas, presentarlas y pagarlas una a una en alguna ventanilla adecuada, el día exacto para el cual la deuda ha sido calculada. Acertar el pago es un cálculo digno de la NASA. Decido poner a prueba nuestra amistad, y pido clemencia a la pitonisa de Ramos Mejía. "No entiendo nada" es mi mensaje. Ile me contesta, en su cursiva por default: No puedo nene, el jueves tengo Inspección. Vacilo entre llamarla nuevamente o perder la razón, pero advierto que Inspección figura en un mayúscula de gran solemnidad. Elijo perder la razón, y voy raudo a la Agencia 1, Cabildo 999, donde se me eyecta con celeridad astronómica al mostrador 8.

Quien me atiende es joven, lampiño, monocorde, venusino. Me fijo si mueve el meñique izquierdo, aunque sé que esta referencia es oscura. Está todo correcto, veo que Ud conoce el procedimiento. Me alarmo porque esta vez alguien me está hablando en cursiva. Le muestro la pantalla de la laptop y las centenas de filas con valores 0.01$. Me aliento a estar calmo, mis palabras surgen convincentes, persuasivas, terrestres, pero inútiles. Le digo que quiero pagar, que sólo pretendo un valor en un resumen en vez de esa resma de hojas que deberá cancelar una por una en una ventanilla donde no me querrán atender. Ya hecho un cometa de mí mismo, me proyecto en el futuro: "señor, mire la cola de gente" me dirán en la ventanilla, tras hora de espera. Cierro mi alegato mencionando que el PagomisCuentas no enlaza, que la página AFIP no carga, que el juez Griesa nos embargará todo, que la eclíptica de Andrómeda está en su apogeo.

El alienígena hace una pausa, me dice que es el procedimiento y revolea los ojos. A su derecha veo el cartel "Tudo bom, tudo legal" con que la AFIP nos alienta a pasarnos al nuevo orden. Orden y progreso, y también Portugués. Siamo fuori. La multitud se dispersa mansa hacia Cabildo, casi sin saber que está -que estamos- en el tercer planeta a partir del Sol.

Sunday, January 03, 2010

Nenas que sacan cincuenta

Para padres que en este año estarán -ellos también- haciendo el ingreso al colegio.

Ahí voy yo a las siete de la mañana, con escenografía invernal y en competencia sinuosa con los otros padres. La calle Paraguay es el camino acostumbrado: van los autos veloces, en muda caravana, salpicada a veces de bocinazos o guiños ocasionales en giros, y dando pequeños barquinazos al rodear el Hospital de Niños. Todos nosotros, arrogantes o no, añorando una conjunción fortuita de semáforos que nos permita llegar antes, o al menos indemnes. Todos nosotros, padres y promesas, tratando de llegar al aula del edificio que sea –por sorteo, por acomodo- al Normal 1, tal vez al Buenos Aires mismo, antes de la hora fatídica.

Es una legión de camionetas 4×4 o autos de buen porte, atrás y amarrados van los hijos, como delicadas víctimas propiciatorias; decido con grandeza que mi auto es el más pobre, en el recuento mínimo del medio minuto en un semáforo –ese instante en el que nos juzgamos-. Todos viviendo un plural amistoso e idiota, en el mismo momento sobre los distintos asientos flota la misma estúpida conversación sobre fechas, exámenes y notas. Afuera del séquito, algún adolescente que vuelve de fiestas; fuera de eso, el viento gris y la mañana espectral, y poco más que eso.

Me dice mi hija Luli, una voz que me llega de atrás y me despierta levemente –se puede manejar dormido- hoy nos dan las notas. Y me repite su letanía de parciales anteriores, de datos incomprobables y de sensaciones. Parece que hay que acumular un promedio de treinta y cinco por parcial para tener chances. Ya casi terminamos con matemáticas y lengua. La semana que viene tenemos el simulacro de examen. Simulacro tiene un regusto de guerra mundial, un fondo de lenta tortura medieval, una sujeción brutal a nuevas costumbres, otro cinturón de seguridad. Aprieto el volante frío entre mis manos y me concentro en el cruce en ve con Cabrera, tratando de ganarles de mano a los que vienen a mi derecha.

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