Thursday, December 29, 2011

Como ancla

Una mano hiende el agua en el camino de cincuenta metros y deja estela. Se hunde, captura una porción mínima del elemento, y deja la restante masa inmóvil de la pileta fría en Palermo, en la tarde de Diciembre, antes de la virazón. Esto sucede en un segundo. El hombre piensa entre brazada y brazada: intuye quién va delante, quién atrás, intercala sucesos del día como cuerpos en el andarivel, sopesa amenazas de carriles cercanos, pierde la cuenta de los largos nadados. El reloj del extremo de la pileta le devuelve cierto registro del esfuerzo. Es tan duro nadar cuando ya no se puede correr. Más aún cuando no se es –para nada- un buen nadador. El viento lamina la superficie del agua, dejando un registro único e irreversible.

El cuerpo sigue al esfuerzo de la mano, se adelanta el brazo contrario, la patada trata de ser armónica. Cada tres brazadas asoma la cabeza, ya a un lado, ya al otro, buscando el aire necesario para propulsar el movimiento. Sopla el viento y las hojas llegan al borde de la pileta; de pronto lo pasa un gordo de sunga verde y lo golpea, brindándole una razón para ser un mejor oponente e intentar nadar más rápido.

La tranquilidad abandona el nado cuando se acumulan los nadadores en el andarivel. Eso, y las diferencias de velocidades. Un nadador rápido puede ir tres o cuatro veces más rápido que un nadador lento. Los encuentros indeseables con gordos de sunga verde no son infrecuentes. Nadie lo hubiera supuesto, pero la natación es un deporte de contacto.

En los pensamientos del hombre hay espacio para algo más que coordinar la brazada con el pie contrario. El año se va despacio –tanto como su avance por la pileta, el borde que da al norte aún lejano- y él sigue igual. Le cuesta afrontar su nueva rutina de piletas, su cambio de deporte impensado, se siente un ancla obligada a avanzar por causa de algún designio inasible.

La mano sopesa la cantidad de agua. Le maravilla la percepción transmitida por la vibración del agua –poco difiere su cuerpo del líquido circundante-, su universo en ese instante-. Ese radar le advierte la presencia de algún nadador cercano, próximo al choque embarazoso. Llega al borde. Se dice, descanso un largo de pecho, y allí va, hacia el sur, portador de su propia imagen borrosa para quien pudiera verlo. En pecho le es más fácil abandonarse a sus pensamientos, de nuevo existe el riesgo de perder la cuenta de los largos.

En pecho demora veinticuatro patadas en llegar al otro borde, lo sabe. Alguna vez la profesora le ha dicho que es raro que tenga tantos problemas con el crawl, cuando en pecho hace todo bien. La mala elongación? El aprendizaje de grande? No se engaña, no se miente en la estúpida expectación de sí mismo y de sus miserias. En pecho puede mirar hacia adelante: ve las ondas que forma el viento en la lápida del agua.

Ya llega al borde sur. Del otro lado del vidrio se ven algunos paseantes que van del bar al vestuario. Queda poca gente –es lunes, es tarde, está por llover-. Le quedan unos largos más. Se duchará y volverá a su casa. Los chicos están un poco más grandes, no lo extrañarán como antes.

Queda el crawl ahora, todo lo que pueda. Acelera el ritmo y siente su propio corazón. Cava más hondo en la estructura líquida, imagina su brazo avanzando paralelo y patea apenas, corrigiendo imperfecciones. Por unos instantes le parece que lo logra, que yendo más rápido hay más armonía, que horada finalmente el entramado del agua como quien devela un secreto. En ese instante siente que proyecta una huella piadosa hacia delante, allanándole el camino, pero no. A mitad de pileta debe bajar el ritmo, se fatiga, se hunde un poco recuperando la propia identidad, la del ancla que reclama para sí el fondo. Será algo en la carne o en el alma, un estigma, la densidad de todo cuanto lo preocupa? Ahora asoma la cabeza cada dos brazadas, siempre del lado derecho, restañando el antiguo ritmo, el que mal aprendió de chico. Así llegará de nuevo al borde norte, adonde empieza la presunta calma de volver a nadar pecho.

Thursday, December 22, 2011

Navidad

No me verán vestido de Santa Claus,

Pero haría un excelente Closs-golpeador

Mis renos tienen problemas de actitud

Hacen huelga y entorpecen mi trabajo

Reparto en las casas miradas lacerantes

No hay sombra de regalo en mis alforjas

Y no es que desee el mal, para nada;

Sino que desconfío de todo lo masivo.

Monday, October 31, 2011

Los dólares y el alienígena de Solaris

Un lunes a una semana de las elecciones, el tipo está sentado con su laptop en el bar de Jorge Newbery, pensando. Quiere olvidar por un momento que es minoría, y vuelve a las fuentes. Juzguemos los hechos, se dice. Tal vez el país sea simplemente de otros: de los que dan y reciben planes trabajar, de los que mienten la inflación mensual, de los periodistas y artistas comprados, de los que mantienen sus trabajos en los ministerios y los entes estatales. El tipo toma su café y se dice que tal vez haya que irse, pero en tanto tengamos la fiesta en paz con la familia, olvidemos lo que dicen esos contactos de Facebook. Lleguemos a fin de año.

Pero no. A menos de una semana de triunfar con el 54% de los votos, se acaba de restringir la compra de dólares en ese país del Sur. El ministro de Economía declama con voz engolada que "la reglamentación ya estaba en vigencia" y que los "comentarios en contra son intencionados". El tipo se pregunta quién tendrá razón. Llama con urgencia a un amigo completamente neutral, un alienígena de Solaris que cada tanto lo viene a visitar. Con la lucidez de los náufragos, el tipo cree que el extraterrestre sabrá darle un consejo cierto.

El alienígena se teletransporta con gran humildad no exenta de suficiencia. Sabe que todo el bar lo está mirando -no tiene una forma ni un color definido; sería un buen político-. El tipo le cuenta, hace una pausa, le pide un agua innecesaria; el alienígena se informa, medita la situación y con presteza le responde. En su opinión, la misma gente que decide imprimir pesos argentinos, generar inflación y luego negarla con índices falseados del Indec es la que indaga sobre el origen de su ahorro, y es la misma que le impide cambiar sus divisas empobrecidas por dólares. Dicho esto, se restrega con satisfacción sus diecisiete tentáculos. "Uno por cada luna de Solaris IV", le aclara. En pocos segundos un ejército de servilletas limpia la mesa del bar, una en cada tentáculo. El ruido es escalofriante.

El pobre tipo escucha el veredicto del extraterreste -impávido, pues al fin y al cabo es sobreviviente y nada lo inquieta demasiado- e intenta explicarle a su vez lo que él siente. "Yo trato de comprar dólares para no perder tanto con la inflación... ". El alienígena lo mira fijo con su único ojo que no parpadea, algo dañado por las cenizas volcánicas, y le aconseja que sea práctico. Que no se queje, que antes de paranoiquear se fije en el sistema de la AFIP cuántos dólares puede cambiar.

Esperan juntos frente al monitor el veredicto. El alienígena imagina que esto no es banda ancha, pues la página carga muy lenta. "Esto parece un dial-up de Deimos", se dice. Con lentitud pero con majestuosidad aparece la leyenda espartana, gubernamental y rigurosa: "AFIP: 2011 - Año del Trabajo Decente, la Salud y Seguridad de los Trabajadores". Más abajo figura una cifra: doscientos dólares.

Hay una pausa. Pasa una ambulancia por Jorge Newbery, hacia el Norte. En ese momento el tipo se da cuenta de que con doscientos dólares ni paga la tarjeta. Paro cuando se repone de la sorpresa, el alienígena ya se ha subido a un Dodge Polara que se aleja por Charlone.

Wednesday, October 05, 2011

El Nacional Wachiturro

Vivo acá cerca, a la vuelta del Nacional Wachiturro, desde hace tiempo. La gente me pregunta cómo es que sé tanto, como es que escribo, cómo que sé en qué año estamos. Soy de los Nestoncios, les digo. Y la verdá es que en el barrio todos somos Nestoncios, ésa es la única manera. Y miren, estoy acentuando las palabras, ustedes vagos sepan disculpar. Queda mal, me miran raro, yo acá con el lápiz y el papel –se acabaron las Laktoks-. Además en este Año Dieciocho después de Él, o 2021 como se decía antes, ya somos menos los Nestoncios, porque por acá está lleno de Kristinos. Ellos tienen la plata y la falopa.

Estamos en la Favilla que rodea Cañuelas, que pertenece al Gantrigulo de la Pampúmeda. Los Viejardi le decían el Triángulo entre Buenos Aires, La Plata y Rosario, antes de que viniera Máximo a poner orden. Acá había espacio, me dicen, y yo pregunto espacio dónde? Debajo de las autopistas? En la Favilla estamos tranca, perdón, estamos tranquilos. Lo dije? Estamos en el Año Dieciocho. Ahora está Máximo, pero no sé más. Hay un montón de canales en la tele, pero no sé más. Pregúntenle a los que viven ahí tirados. Alguien sabe algo?

Algunos dicen que no hay que robar, que hay que trabajar. Después de Néstor vino Kristina, y después vino Máximo, y ahora hay Guerra Charrúa, y esto se complica porque en unos años hay un Mundiale. Se dice así, no, Mundiale. Pero la gente de la Favilla chorea. Digo, roba. Es la única forma de vivir, dicen, desde que se acabaron los Plane, y vale el “robo salarizado”. Te chorean un Plan, esto está bien, y por arriba de eso está mal. Yo tenía una maestra, Rosario, que me preguntaba “Negrito, qué vas a hacer cuando seas grande?” Me lo preguntaba cuando nos daban las primeras Laktoks (las dos veces con K, era así no?) del plan Konektar. Los pibes le contestábamos “vamos a chorear” porque no nos importaba mucho el resto. Todo esto, antes del robo salarizado, de la soja, las autopistas, y el Gantrigulo. Cuando había noticias, cuando te avisaban cuando venían los Mundiale.

Tengo 25 años, les dije, y cuatro bepis. La maestra Rosario del Nacional Wachiturro era copada, nos dejaba jugar al Kounter o escuchar kumbia y con eso se nos iba de a poco la pila de la Laktok. En la escuela no había enchufes, así que nos dejaban así. Nos mirábamos todos al rato, y alguno siempre pelaba falopa. En los recreos valía, igual que ahora el robo salarizado. Ojo, afuera del GranTri Gulo no se afana, porque vienen los Federales o los Charrúas y te cortan los dedos, o te dejan sin pepas o sin Mundiale.

Como escribo dicen que soy viajado, como los Viejardi, pero yo nunca salí de acá. Dicen que la Pampúmeda es rica en vegetales y minerales, aunque la soja barrió con todo. En las paredes dice AiKe Laburar y me parece que es lo que decía la Rochi, y barremos el polvo. No llueve mucho. Pedimos monedas por barrer, laburamo lo pibe. No choreamo como los Kristinos. Esos pibes tienen gasoil, se van de la Pampúmeda a Lotrolado, a BandoRienti, se cagan a tiros con los Máximos o con los Charrúas. Pero cada tanto hay Mundiale, y eso nos une a todos. Somos el mejor país, la gente se muere por venir acá. La gente de Luropa, esos rubios putos.

Hablando de la Rochi, buena mina era, medio ortiba sí. “Hay que estudiar” decía, pero bien que mandaba mensajitos por teléfono todo el tiempo. Cuando se armó la joda entre Nestoncios, Kristinos y Charrúas, piró para Uruguay. Pero es todo lo mismo, me dicen los que pudieron volver del Puente, sale caro. Tengo 25, les dije? Rosario nos decía que las pepas hacían mal a la cabeza. Ella decía, como la pared, Aike Laburar, ni fumaba, pero tenía muchos gatos, se gastaba todo en comida para gatos. Una vez le pregunté si era tan ortiba, que ortibeara a las Laktoks. Que dijera que estaba mal. Como nosotros ahora, que denunciamos y cagamos a tiros a los Kristinos. Ella me miró, y mostró la Laktok. “Un negocio, como la soja, pero no se puede hacer nada” me dijo. Nada más. Y me decía que el problema eran los wachiturros, que eran los raros entonces. Ahora, todos somos wachiturros. Los Nestoncios, digo. “Me conformo con vos sepas dividir”. Y yo sabía, yo era rapidísimo en eso, hasta podía dividir por cuatro. Una pepa para cada bepi, cuatro.

Ahora el Principe Máximo gobierna desde Río Turbio. Le gustaba el nombre del lugar, dicen. No se lo ve hace años, lo mismo que a la Reina Madre, que está oculta por los Kristinos. Pero el Nacional Wachiturro es lo más grande que hay, vienen los negros Hermanos Latanos a estudiar, hermano Colombiano, hermano Venezolano, los que también juegan Mundiale. Dicen que allá no se educa, que el Gantrigulo es una Esesión. Yo creo que la Maestra Rosario era una Esesión, y hasta salió en las noticias. Pero le decía señor, el Nacional Wachiturro, es el mejor, y hasta cumplió la Norma. Llegó a tener una Laktok por alumno, que es lo que decía Él en el año Cero. Está escrito, "cumplir las normas de Teknópolis", eso.

Hoy cumplimos. Cursan tres pibes ahora, y hay tres laktoks. Cuando entren los cuatro bepis al Nacional veremos cómo cumplimo la Norma. Habrá que chorear. Pero qué quiere, señor, los tiempos son malos, pero todo mejora con los Mundiale.

Monday, September 19, 2011

Coetzee y la tía L.

Al domingo le quedaban pocos pulsos. El sol que quedaba agotaba su esperanza de primavera, y del resto sólo podía exprimirse invierno, y alguna alegría del triunfo agónico de Estudiantes. De la clase de elongación sólo quedaba un racimo de esqueletos en tensión derramándose hacia la salida del club. Vamos a ver a la Tía L., que está en el Mater Dei, me dijiste, y de paso vemos si hay algo en el #Filba, y lo digo así, con hasthag.

El bombardeo de rigor de imágenes religiosas en el sanatorio superó lo que hubiera dictado el nomenclador en una visita papal. Sobrevivimos a eso y a la presencia de primos de diverso tenor tratando de insuflar ánimo a la tía L. Estaba el primo rugbier, fascinado con el mundial de Nueva Zelandia, el primo "hágalo Ud mismo" con su callada presencia de artesano, y tácitamente nosotros, esperando que el contador de oxígeno de la tía se acercara a un decente 95 para retirarnos en buen orden.

La mayor bondad del Mater Dei es que queda a una cuadra del Malba, y esto nos condujo con rapidez a una buena fila 2 en el evento de Coetzee desafiando el escrutinio policial. En el proscenio surgió una divinidad cultural K que atronó con el poco feliz "buenas noches a todos y a todas", dejando escaso margen para la esperanza. El público aplaudió a destiempo al bueno de JM que se desplazaba fantasmalmente hacia un costado del proscenio, buscando un lugar donde guarecerse de la plebe. Una celebridad local de anteojos -de un estilo Flacso inferior-, desgranó tramas y algunos finales de varias novelas del sudafricano. Te dije, está contando los finales, y asentiste levemente.

Coetzee finalmente deambuló hacia el escritorio ostentando un rostro tedioso a prueba de balas, balbuceó un saludou en espagnol y luego leyó -en riguroso Inglés- "The old woman and the cats" que resumiremos del siguiente modo: "un joven va a visitar a su anciana madre, que vive en un remoto pueblo de España rodeada de gatos, y sobre ellos sobreviene la incomprensión". Que es más o menos la historia de cada uno de nosotros, quitando los aspectos gatunos e hispanos. Se hizo un silencio plausible, porque la mitad de la audiencia estaba cómodamente adormecida -otro tributo a Roger Waters, pero en Malba- y Coetzee pagó su cachet firmando ejemplares y musitando cero punto cero palabras con la plebe wachiturra que se aproximaba a saludarlo, esgrimiendo sus libritos como víctimas propiciatorias. El mascarón de proa de su rostro revelaba en el plano corto aún más odio.

Me quedan muchas preguntas sobre los valores humanos de todos los implicados -Coetzee, entrevistadores, personal de seguridad-, todos excepto la buena de Tía L., que aguarda en el Mater Dei sin gatos ni hijos, pero a la vez sin incomprensiones.

Tuesday, August 16, 2011

Villa Crespo siempre fue zurdita


Tras la agitación inicial, las tareas repetitivas iban dando maquinalmente lugar al sueño. Cada tanto un murmullo me llegaba del costado, un comentario de una fiscal. Buscar en la lista, entregar el sobre, tomar el documento, sellar, firmar. Dudar cada vez sobre la fecha de hoy. Un susurro: “pero vos viste eso que se hizo los labios, este tipo!” No, no había visto. Sueño, té o mate, zumbidos de luz de tubos fluorescentes, y el eco de pasos en la entrada, cada tanto.

A mi izquierda, la Fiscal del kirchnerismo le sacaba un poco el cuero a cada votante. A su modo, ella emitía su voto. Ya habían pasado las ancianas depresivas de las 8, el viejito de la libreta cívica de 1915 que hubo que ayudar, las de la villa que venían a mediodía esgrimiendo embarazos, y los primos Chediek que preguntaban unos por otros, y ocupaban un quinto del padrón. Más tarde había aparecido una mina impresionante, todo mohínes y ombliguito. La fiscal peronista había sido implacable en el veredicto: “trola”.

Atrás había quedado el apuro de la mañana temprano por pegar las listas en la pared con una cinta Scotch irrecuperable, o la recarga de tinta a la almohadilla del sello. Y mucho más atrás, la capacitación en la Facultad de Derecho. Pero hoy, minuto a minuto se había desgranado el día, en el salón de esa escuela pública de Chacarita. La nueva experiencia de ser presidente de mesa era cansadora por la repetición de actos, reacciones, y reflejos, sólo alterados por el vistazo al Twitter y los cuchicheos. “Vos sabés que estamos en la Cueva?” me había contado la fiscal peronista, sobreponiéndose al sueño. "Esta parte del barrio es muy rara..." Yo no tenía muchas noticias de ese cuadrado extraño de pocas manzanas, encerrado por vías, Corrientes, y el Cementerio. La zona parecía tener una identidad política propia, unidades básicas, y fiscales que se conocían y chicaneaban de hacía rato. De nuevo, casi equivoqué la fecha.

El padrón era una buena muestra de la sociedad porteña, 350 apellidos que empezaban con C, que vivían en Chacarita y Villa Crespo, y que desfilaban a lo largo de diez horas mostrando toda la escala social. “Mirá las calzas con que vino a votar esa turra”, dijo una. Un señor en jogging se quejaba de que el sello oficial era cuadrado, y no redondo. Otra señora estaba pasada de anfetas, repartía besos a conocidos, y estaba decidida a cantar su voto. Más allá, una pareja había dejado a su nena saltando y gritando sobre la mesa de votación. Toda la sociedad estaba allí, hasta mi propios hijos. Allí el comentario fue "cómo, tenés una hija que ya vota?". Aunque eso mismo es lo que yo me pregunto cada día.

Llegaron las seis de la tarde, y cayeron todos los fiscales como buitres sobre su presa. Pedían firmar planillas en blanco “para acelerar”, se ofrecían a ayudar a contar votos, o simplemente prendían sus cigarrillos. Algunos decían sentir la política, otros confesaban que lo hacían por plata. La noche había caído sobre el aula y se había establecido una extraña cofradía sobre esas diez personas que se mantenían en el aula, contando boletas y haciendo chistes sobre la aparición de tal o cual agrupación. “Mirá, una de Altamira” gritaba uno, y se reían, sin afanes reivindicatorios. El cansancio los había aflojado.“Ya no hay un peronismo de Perón. Nadie se banca a los K, pero somos tan boludos que no hubo oposición” me dijo la fiscal de Perón. El pelado de Altamira me besaba las manos: diez votos de la izquierda en mi mesa eran oro, y encima más que los cinco votos de Carrió. “Villa Crespo siempre fue zurdita”, concluyó, en su pequeña victoria.

Salí un momento afuera, ya hacía frío. Estaba fumando el delegado de la Junta Electoral. “Todavía no se sabe, pero Cristina ganó por paliza” me dijo. Volví al aula y terminamos de volcar los totales a las planillas. Sólo quedábamos un par de presidentes de mesa, los del Correo, la gendarmería, y una fiscal general algo mayor mascullando que “alguien le había robado sus papeles”. Acomodé mi mochila y pensé en pequeñas Argentinas fragmentadas, en el caloidoscopio de vidas pequeñas que deciden, y vidas grandes que aparecen en la Tele. Comparé la pequeña felicidad interior de votar con los estúpidos ademanes de Boudou en los actos. Pensé, finalmente, en el aspecto sombrío de los viejitos tambaleando hacia su última elección, y en un país condenado a votar según el resumen de la tarjeta de crédito. Salí a la calle Otero y fui caminando hacia la avenida del Cementerio.

Monday, June 20, 2011

Los piqueteros de las cenizas


La última vez que vi al Payaso, lo había notado algo caído. Esta vez, se trataba de algo peor.

Nos encontramos en "Los Galgos" de Callao, un lugar que nos recuerda a cada instante la fragilidad de todo. Su llamado había sido perentorio "tengo noticias sobre la Cámpora y las cenizas". Me gustan estos encuentros, pues Lugüercio ofrece información de primera entregada por los intermediarios del fútbol y por periodistas deportivas, dos de las especies con mejor futuro en nuestra sociedad.

Mientras caminaba por el Congreso hacia el café, -en un feriado absurdo, invernal, sin partidos siquiera- iba dejando atrás las distintas cafeterías que remiten al presente furioso, todas juntas: Starbucks, The Coffee Store, aún Aroma. Payaso había elegido la oscura decadencia de "Los Galgos" para darme malas noticias, que ni siquiera eran futbolísticas.

-El gobierno busca un golpe de efecto desesperado. No sabe qué hacer con los "indignados" del conurbano, y cómo limitar las aspiraciones de "La Cámpora". A alguien se le ocurrió un plan maestro, sacarlos de Buenos Aires. Parece que los van a mandar a todos al Sur a palear las cenizas del volcán.
-Ah. Genial. Con qué fondos? Dónde van las cenizas?
-Eso no importa. La plata sale de lo que iba a ir a las casas de Shoklender. Usan el aparato de La Cámpora para poner cien caciques Kirchneristas de menor nivel, y lleva cada uno a un contingente de cien "morochos" de los Planes Trabajar, a la zona del volcán.
- Qué bueno, qué patriótico, vuelven las falanges romanas. Cambian subsidios por trabajo. Me parece bien. De todas formas, me pregunto dónde van a tirar las cenizas.
- Dicen que en el pozo de futuras autopistas, aunque nadie vió un plano aún.
- Ok, probablemente no estén muy organizados. Típico. Y los morochos qué dicen?
- Bueno, hay problemas. Para empezar quieren viajar en avión.
- Y sí, si los Barras fueron al Mundial en avión...
- Claro. Y se niegan a las carpas, y piden ocupar las casas de la gente que se fue de Angostura.
- Están exportando su know-how al interior del país. Lógico.
- Y piden duplicación de subsidio por zona geográficamente desfavorable.
- Entendible. Igual el plan me parece bueno, formativo de nuevas frases: "andá a palear cenizas al Sur". Me gusta. Lo que no entiendo es esto, vos por qué te preocupás?

Se hizo el primer silencio desde que había llegado. El payaso Lugüercio estaba más viejo, más cansado de Racing y del universo. A las sombras de la tarde lo vi por primera vez como lo que era, un casi ex-jugador, un filósofo que en el futuro crearía sospechas acerca de su pasado futbolístico. Levantó la mirada de su café.

- No sé si sigo en Racing...

Monday, May 30, 2011

Lo que yo te digo, es esto (Nov 2001)


Pléyade de palabras en una reunión de jueves a la tarde donde todo está ya resuelto por las altas esferas. Sólo queda, entonces, preocuparse por la ausencia del café, pues la máquina expende solamente leche –como para terminar de volver demente a la población oficinesca-.

El reparto de jerarquías en torno a la mesa es desigual. Está la masa, está el que habla, y está el jefe, que espera agazapado, rogando que termine una metralla de artificios y argumentos que nos barre a todos por igual. El discurso es longilíneo, se dispara alocado hacia los bordes mismos de la sinrazón, y sube hacia los ductos de ventilación. El jefe recibe en su lomo la pesada mochila de saberse Telefónico, interpreta –cree interpretar- la necesidad de un saneamiento ambiental en el tono de la reunión, su mano comienza a subir atrapando los últimos fonemas arrojados, y con esto congela a su oponente -pero me quedaban argumentos, quedé bien con los muchachos, a ver qué me dice-.

Se hace un silencio, o casi. Muere alguien en una guerra, a pocos kilómetros, y faltan días para que estalle la Crisis. Un email llega al inbox de alguien, probablemente otro mensaje sin importancia. En ese instante el mundo se hace grietas a lo largo de un lago de semen congelado, pues todos ya estaban pensaban en sexo. Habrá vida en este planeta? Habrá alguien a quien no le interese tener razón?

La mano del jefe llega al extremo descendente del arco y logra callar al impertinente, quien aferra sus manos al plástico de la mesa, y avanza levemente su torso hacia la respuesta. El resto se echa hacia atras, y escucha la palabra del amo.

-Lo que yo te digo, es esto…

Saturday, May 28, 2011

Evolución de felicidades en novelas


En el blog del Chicago Sun Times figura el video de una increíble charla del bueno de Kurt Vonnegut, describiendo las novelas simplemente desde el análisis de la felicidad de sus protagonistas.

Vonnegut traza un diagrama X-Y en el pizarrón, y con una tiza describe saltos de felicidad, valles de depresión, y altibajos. Hay un notable ejemplo final con un zig-zag de dichas y desdichas que son los regalos del hada a Cenicienta (zapatos, vestido, medios de transporte), con toques de gran humor. E inevitablemente nos deja pensando en que los grandes análisis literarios se centran en aspectos más complejos y menos esenciales. Y algo más: la vida es eso, un zig-zag de detalles que favorecen o destruyen una meseta bovina de falsa felicidad.

Con lo cual, oh queridos lectores, nuestra propia puede resumirse en un balance similar de felicidades. O tal vez en la letra de una canción: nacimiento, escuela, trabajo, muerte, cada uno con su zig-zag. Tal vez no nos damos cuenta de qué manera suman y resta nuestras acciones a este balance, o si todo se resume a una nube electrónica en nuestro cerebro. Vonnegut no la tuvo nada fácil: siempre fue un inconformista, combatió en la segunda guerra, fue tomado prisionero y sobrevivió al bombardeo de Dresde en un oscuro matadero. Esto le sirvió de inspiración luego para escribir Matadero 5, transformando sufrimiento en arte, y transformando una experiencia inhumana en arte.

Pero Vonnegut hace más.
Por mera Wikipedia veo que fue más allá del gráfico, y nos da felicidad, en la forma de consejos drásticos sobre cómo escribir una novela:
  1. El lector es un extraño. Respételo, haga que no sienta que ha perdido el tiempo.
  2. Darle al lector al menos un personaje en el cual pueda anclarse.
  3. Cada personaje debe desear algo. Al menos, un vaso de agua.
  4. Cada frase debe o bien revelar algo más de un caracter, o bien hacer avanzar a la acción.
  5. Empezar tan cerca del final como sea posible.
  6. Sea sádico. No importa qué tan dulces sean los personajes; hága que les sucedan cosas horribles, para que el lector pueda saber de qué madera están hechos.
  7. Escriba para satisfacer a una persona. Digamos que si Ud. abre una ventana y hace el amor con el mundo, a su historia le va a agarrar neumonía.
  8. Dele a sus lectores tanta información, y tan rápida, como sea posible. Al infierno con el suspenso. Los lectores deben entender qué está pasando, dónde y por qué, para que ellos mismo pudieran terminar la historia, aún si las cucarachas se comen las últimas hojas.
Tal vez estos consejos produzcan autores más felices?
Yo no sé. Tal vez Vonnegut se esté riendo desde la Nube 5, en este momento.

Friday, May 20, 2011

La batalla de Jamiroquai


-Dale, dale, dale pibe. Sos socio? Entrá, dale.

El club está sospechosamente activo para esa hora, pero yo iba precavido y dejé el auto lejos. "El security se puso heavy": recordé la canción, mientras los de seguridad dejaban entrar socios al club y un camión con remolque amenazaba la pintura de los autos que se habían puesto demasiado cerca del operativo del Quilmes Rock. Hoy tocaba Jamiroquai y me interesaba estar presente en ese limbo de socios yendo un ratito y artistas que no pueden demorar el ensayo.

Debajo de esa niebla de finales de Mayo en el estadio arruinado por los sucesivos shows el siguiente inventario, casi al unísono: unos cuatro operarios de Fenix producciones fumándose un porrito, mientras a diez metros dos viejos en slip raído caminando hacia la revisación de la pileta, situada al borde del escenario. Cerca del bar, dos plomos VIP de Jamiroquai se quejaban en un dudoso inglés acerca de la inexistencia de Wi-Fi, y casi colisionan con socios nada VIP de GEBA que buscaban un lugar donde hacer la clase de yoga.

Luego de unos largos absolutamente terapéuticos en la pileta olímpica -milagrosamente ignorada por los recitales- salí a ver qué pasaba en la prueba de sonido. Para mi sorpresa, nadie me molestó mientras sacaba fotos. Al irme, vi algunos músicos apuntando sus iPhone hacia los viejos de slips raídos, que se iban caminando con el carnet al día hacia la zona de piletas.

-Ah pibe. Ya te vas? Te quedaba media hora, te quedaba.

Wednesday, May 11, 2011

Intermezzo atroz

-Todo está mal. Hace rato que estoy enojado con la vida...
Esto me lo dice el Payaso, sacándose cada tanto el jopo a lo Bermúdez que lo atormenta.
-Todo me alarma, me pone mal. Desde que empezó el año que está todo mal.

Hasta aquí el almuerzo en U Comodo Vostro venía bien. No siempre el plato del día son spaghetti con salsa de broccoli y panceta, y el almuerzo tardío en Chacarita parecía el mejor preludio para una siesta.
Le pregunté si tenía algo que ver el hecho de que él ya no fuera más titular en Racing.
Hizo un gesto con la mano, me dijo que no.
Dame ejemplos, le pedí. Y él empezó.

-El césped de la calle Jorge Newbery contra el cementerio de La Chacarita -parte del Trapezoide Infernal- está llena de basura infinitesimal (migajas de plásticos y CD, residuos de villa, micro material industrial) que nunca nadie levantará. El caos del tránsito en Buenos Aires es tan atroz que ya es común estacionar en doble fila, y el desconcierto es tan grande que no hay multas por esa razón. La gente habla mal. Los periodistas en radio y TV hablan mal, todos los subjuntivos ya son meros condicionales. Chiche Gelblung tiene razón. Esto es grave, pero lo repito: Chiche Gelblung tiene razón. La mayoría de los padres mataría a sus hijos. Moyano nos deja sin combustible para apretar al gobierno y conseguir más poder, y los playeros de las estaciones de servicio ni siquiera pueden poner el cartelito de "no hay nafta". Nuestros amigos se venden al gobierno de turno sólo por tener algún negocio con ellos. Las chicas usan polainas y botas de cuero en este Otoño de veinte grados promedio, y no te miran: miran a su celular. Los chicos, en particular en Palermo, son todos gay. Sábato se muere justo antes de los cien, sin que yo lo pueda devolver su cartita. Y lo peor, me acabo de enterar que el que tiró la bengala en el recital de La Renga se llama Fontan... y el cantante de Callejeros, de la masacre de CroMagnon... se llamaba Fontanet. Te das cuenta? Te das cuenta?

Hubo una pausa. Levanto la cabeza de mi Carcassone -era todo lo que podía pagar- y el Payaso me miraba fijo, como pidiéndole que le pusiera orden a su pequeño universo racinguista. Le pregunté si veía alguna conspiración universal en todo esto. Pensé en Roma, y en esa noticia sobre el pronóstico del terremoto para hoy.

-No, me dice. No es paranoia. Es así. Es entropía pura, la tendencia es el desorden, y que todo empeore. Todo esto...
-Y que Hauche y Bieler sean titulares en vez de vos?
-No sé... bueno, puede ser.

Afuera del restaurant pasó una atorranta, y la entropía disminuyó un poco.

Friday, April 01, 2011

Vals de Lenny (Junio de 2001)

El Coro Griego se mece suavemente, como un todo, mientras suena la melodía principal: "Um-ba-pá, Um-ba-pá, Um-ba-pá, Um-ba-pá..."

Las chicas del Call Center esperan al fondo, tras una barricada de Packs Iniciadores.

El grupo de Piqueteros Telefónicos les arroja Chokos, y residuos de otras promociones mal habidas. Lenny se adelanta, se sienta frente al público, y entona suavemente su primera copla, mientras una luz oblicua celeste, que lo hace aparecer casto y sincero ante el público:

"Yo me quiero casar / con una chica del Call Center

Las quiero tocar / y violarlas de repente.

Mi orgasmo no dura mucho

-en esas cosas no soy ducho-.

Pero...

Yo me quiero casar / con una chica del Call Center."

Segunda copla. La luz vira hacia un violeta. Aparecen las Chicas del Call Center, y una de ellas lo invita a bailar el vals, mientas el Coro Griego sigue con los Um-ba-pá de fondo.Suena el vals, in crescendo.

"Yo me quiero casar / con una chica del Call Center

Se van a acostumbrar / ya no vienen tan decentes.

Es tan grande mi deseo

Desde aquel baño de Liceo

Pero...

Yo me quiero casar / Con una chica del Call Center."

Copla final. La luz es intensa, pulsando en ese mismo tono violeta, mientras Lenny atrapa y rechaza a las Chicas del Call Center. Ya no es vals, sino un marketing uno a uno.

"Yo me quiero casar / con una chica del Call Center

Las voy a estimular / No serán indiferentes.

Mi tamaño no hace daño.

Y me he comido más de un caño.

Pero...

Yo me quiero casar / Con una chica del Call Center."

El Coro Griego sigue con los Um-ba-pá de fondo, y lo disminuye a medida que Lenny hace mutis por el foro, mostrando su estandarte de "Satisfacción del Cliente". Los Piqueteros abuchean, y gritan por el Ajuste de Noviembre.

Cuarta Copla –originada en noticias de entuerto judicial de Lenny, bastante posterior-

"Yo me quiero casar / con una chica del Call Center

Piedras o Castelar / atiendo todos los frentes.

Los estrados judiciales

Me achacan acosos y otros males.

Pero...

Yo me quiero casar / con una chica del Call Center."

Quinta Copla –originada en desvinculación de Lenny-

"Yo me quiero casar / con una chica del Call Center

Me van a desvincular / lo dijeron de repente.

Me quitaron a Agustina

Y me acusan de su ruina

Pero...

Yo me quiero casar / con una chica del Call Center."

Final con las tres Unidades de Negocio en franca discusión con el grupo de Piqueteros.

Thursday, March 24, 2011

Vanidades

El ejercicio meticuloso de la vanidad supone el desconocimiento casi absoluto de esta condición. Casi nadie registra para sí esa necesidad insolente de aparentar ser mejor. Para el espectador imparcial esta persistencia es molesta y algo ridícula, pues se nota en el otro una energía excesiva en el cuidado de ciertas verdades que no pueden ponerse en duda.

Y esta plaza llena de militares en Quito, qué pretenden. “Presenten arrrr…”, como si con esto o con las decenas de medallas colgando en el uniforme, resurgieran cualquier gloria. A un costado de la plaza hay otro ejército, pero de lustrabotas, y me decido por uno. “Pasta o tinta?” me dice. No entiendo. Lo que mejor quede. Mide menos de un metro cincuento y me pregunto cómo quedarán mis zapatos luego de esa extraña molienda que se produce en su superfiice. Van a quedar más claros, me digo, ya visiblemente molesto.

Llevando esto al extremo, quien pretenda parecer top en cualquier disciplina busca parecerse a algún estereotipo. Nótese en que estamos en la corteza, en lo exterior; el vanidoso no busca la excelencia, sino su sombra consistente. Pero esas sombras se confunden entre sí, y ocurre que los vanidosos se parecen mucho. Ay de ellos si supieran que la búsqueda del glamour los ha apartado de la originalidad.

Varado en Bogotá. Ezeiza cerrado y las consecuencia se sienten en el exterior, como ondas en un estanque. Son quince horas de demora, y nos llevan a un hotel de medio pelo en una autopista en eterna reconstrucción. Le ladro al conserje cuando sugiere que hay que compartir habitaciones. Le ladro a la gente de Aerolíneas Argentinas cuando admiten que no tienen el sistema para hacer upgrade. "Qué pena señor, no señor". Son amables pero de un modo untuoso, oblicuo, que me ofende aún más.

Las vertientes de la vanidad más evidentes son las que se centran en cuatro o cinco cuestiones evidentes: belleza, dinero, fama, hasta inteligencia. Hay quien se jacta de ser inteligente, y al instante deja de serlo. Existe una vanidad más sutil, acerca del tiempo y de la felicidad. Una cirugía estética o un bronceado perfecto nos hablan de una preocupación por la belleza –dentro del género de las vanidades evidentes- pero también se refieren al poder de detener el tiempo o de usarlo al mejor antojo.

Tiempo. Quién me devuelve mi tiempo, en ese hotel antes, y en este aeropuerto ahora. Ningún trabajo merece esto, que le digan a otro que viajar es placentero. Salgo a correr por la autopista destruída, la gente me mira pasar como a un demente, y creo que es eso lo que soy. Nadie más corre aquí. Me pierdo, y advierto que nadie sabe dónde están mi hotel.

Finalmente, creo que hay gente que se vanagloria de su felicidad. Este subgénero es reconocible por un optimismo a ultranza, una energía que sólo puede provenir de fármacos, y una dificultad de solidarizase con el otro en los trances difíciles. “No, yo a los velorios no voy; es muy mala onda”. Pero denme a los tristes, a lo inconclusos, a aquellos que son sensibles a la imperfección del mundo. Denme a los inseguros, a los feos, a los que tienen mala suerte e incluso a quienes atraen tempestades. Pues de ellos no será el Reino de los Cielos, pero contarán con mi simpatía, pues no hallaré en ellos ni un atisbo de vanidad. Y habrá quien, al leer esto, identificará algo de vanidad en mí; pues bien, les diré que es la dosis mínima que me han recetado para evitar males mayores. O eso es lo que yo prefiero creer.

Vuelvo al hotel. Duermo dos horas. Nos llaman para ir a Eldorado. Y aún no sé si me habrán de pasar a Business, como merezco.

Saturday, March 05, 2011

La fábula del Castorcito y la ardillita (Dic 2000)

Había una vez una ardillita muy modosita y vivía en el interior del Bosque. Pasaba su vida recolectando datos para su base de Inteligencia Comercial y se las ofrecía al zorrito, su jefe ruin, quien por encima de su blanco bigote miraba con desconfianza los análisis y los focus groups, retándola en su siseo constante:

-Essperá un poquito. Eres una ardillita mala. No interessssa. Te cassstigaré con el Paraguas Telefónico!

La ardillita agachaba la cabeza meditabunda, y al hacerlo, de paso mostraba su budincito (*). Su atención se volvía entonces a los lirios del bosque, a las aves del cielo y a las novedades del DataBase Marketing. En eso transcurría su pathos cuando hubo un cambio en el bosque. Los lirios y las aves sufrieron una depreciación en la estimación financiera, y sus beneficios fueron solo marginales, un commodity al decir del zorrito. "Lirios, aves... es lo missmo", gemía alterado, y se atusaba el bigote.

Pero un día llego el Castor, manejando el cuatrimotor (**). Y saben lo que pasó? Se empezó a mover a todaslas ardillitas del bosque en función de su liderzago, de su situación altamente proactiva, y del contexto win-win que supondría esa relación -a veces horizontal-. Ocurre que el Castor había sido nombrado Jefe del Bosque por alguna entidad externa y germánica que escapa a los fines de este cuento. El castor y el zorrito devinieron en grandes amigos pero no compartían las veleidades sexuales del primero, ya que el zorrito sólo tenía una temporada de celo quinquenal.

Entonces el Castor sonrió, dejo que un fluido pestilente asomara a su barbilla candado y convocó a una fiesta en el bosque. Todos los animalitos fueron invitados, y hubo fiestas, baile y strippers. El castorcito tomó debida cuenta del atuendo de las ardillitas y las apoyó en diversas circunstancias. La ardillita protagonista alegó inocencia pero los jueces se pronunciaron en contrario. Algunas ardillitas afortunadas fueron llevadas al tálamo nupcial y ascendidas a ardillita-consorte. El bosque siguió mal pero durante muchos años se habló de la fiesta.

Moraleja

"No por mucho madrugar se amanece más temprano

cuando cambien al castor, el empome será en vano."

(*) BDN = budincito. Argentinismo de fines de siglo.
(**) licencia poética, eco de canciones infantiles ajenas al Bosque y al tono de este blog.

Friday, March 04, 2011

Wiki Freaks


Tras el último post sobre Lenny y Martín, he recibido infundadas acusaciones. Debo decir que me encanta recibir infundadas acusaciones, sobre todo porque imagino las acusaciones desnudas, desprovistas de funda, indefensas. Me contemplo asombrado, me digo, “otra vez?”

Han llegado a tildarme de ser el Julian Assange del subdesarrollo, lo cual fue una especie de doble ironía: quien lo dice por creer que me ofende, y quien escuche -quien suscribe- por aparentar la posesión de información valiosa. Que no lo es.

Pero hagamos una farsa de todo esto. Finjamos indignación. Como el ciclista que se yergue en los pedales para otear el horizonte –y soy bien consciente de esa frase no gana premios- , transformemos esto en mi Cruzada Absurda de comienzos de año.

Dándome ínfulas, digo que desclasificaré información laboral –rotulada como secreta, hasta el momento- y que Inventario de Otredades será, tal vez hasta mitad de año, un sitio de denuncia sobre el bajofondismo ocupacional de la Argentina Tecnológica e Internetiana de los últimos quince años. Y enconces, qué? Habrá canto de sirenas con voces engoladas, habrá mucho idiota vociferando en mayúsculas frases de extrema boludez, se apreciará mucho trabajo de esclavos remando en galeras-Telco, y no se podrá evitar que se exhume algún emal del inframundo.

Finjamos preocupación, entonces, y digamos "estamos preocupados", en plural y en mayúsculas, pues es Viernes y no tenemos -ah, ese plural mayestático que diluye la responsabilidad- un título para esta exagerada expansión del ego. No hay tiempo para genialidades. Julian Assange. WikiLeaks. Hablaremos de freaks. WikiFreaks?

Saturday, February 26, 2011

Las tragedias reconcilian a la gente (Marzo 2001)

(Extracto del Laboral.doc de hace exactamente diez años)

Me escapo al baño, a mitad de mañana, para escapar de un tedio laboral tolerable. Se sabe que no todos los retretes son iguales: uno deliberadamente elige uno por suponerlo menos frecuentado y más limpio. En ese intermezzo sanitario me olvido que existe el mundo. Hay susurros, afuera, dos meadores diurnos, dos jinetes de la cerámica que cabalgan en el viento sosteniendo con dificultad sus miembritos. Una voz es conocida y directorial. La otra voz es solamente conocida. El director es quien inicia el diálogo.

Lenny: -Cómo anda el gimnasio?

Martín: -Perdón?

L: -Oíme, ayer se fueron casi cuatro horas.

M: -… (vacila, escoge el tono de cordero en el sacrificio). Bueno, señor director, usted está exagerando un poco…

L: -Realmente? Mirame. Te parece que estoy exagerando?

M: -No, lo que pasa es que…

L: -Pero la puta que lo parió.

M: -Qué pasó?

Se advierte un leve movimiento de pasos, y un movimiento que raspa la tela.

Habremos llegado tan bajo, me pregunto.

Lenny: -Pero, mirá, me mojé todo. Uy, los pantalones. Qué cagada.

Martín: -… Je, eso te pasa por peleador.

L: -Pero la puta, tengo gente en la oficina, y aparecer así, todo meado…

M: -Bueno, pero mirá, se puede arreglar. Vamos allá, que con una servilletita…

L: -Pero no, mirá, qué cagada.

M: -No, pero te explico. Entrás a la oficina con una carpetita y listo. Querés que te traiga la carpeta?

L: -Pero qué boludo. Y eso que me la había sacudido. Una vez cuando estaba en el Liceo me pasó lo mismo, pero me limpié y mas o menos zafé. Estaba de imaginaria.

M: -Ah, claro (conciliador). Qué momento, no?

Se oyen unos pasitos alejándose tras el lavabo, y se van, como grandes amigos.

Las tragedias reconcilian a la gente.

Wednesday, January 19, 2011

Deslizamientos


De este lado de la vida bien al Sur, las noches son más frescas en Enero. Al menos lo son más que ese horno que era esto hace un mes, un fragor que le impedía a uno resetearse durante las noches. Buenos Aires queda con la mitad de su gente, y más allá de la calma del jardín, hay modos para deslizarse hacia el sueño con naturalidad. Puede ser que uno se quede mirando el Abierto de Australia, esa extraña expectativa de mediodías abochornantes en plena madrugada, donde se es estúpidamente feliz mientras el tenista pueda pasar a segunda o tercera ronda, a eso de las dos de la mañana. O se puede disfrutar página a página de "El Barón Rampante" de Italo Calvino, y descubrir que "las empresas que se basan en una tenacidad interior deben ser mudas y oscuras; a poco que uno las declare, o se gloríe de ellas, todo parece fatuo, sin sentido, e incluso mezquino".

Será por eso, por lo que dice Calvino, que nunca pude creer en las declamaciones de políticos ni de grandes directores de Marketing? El protagonista de su libro es Cósimo, un niño que juró vivir toda su vida arriba de los árboles, y cumple. Estas son decisiones del arte, mayúsculas, de contexto; en la Naturaleza hay también deslizamientos funestos, como los de Río de Janeiro. Puede uno atisbar -en la misma noche tibia- que el mismo efecto sucede en el contexto pequeño de la familia y los amigos. Se inclinan los pareceres, cambian las prioridades, y no hay lodo ni árbol arrastrado que lo atestigüe.

Sigue Calvino, describiendo el caracter irresoluto del Caballero Abogado: "Jamás se oponía a la voluntad ajena, pero pronto se desinteresaba del trabajo y lo abandonaba (...) Mandaba empezar a cavar en un sitio, luego en otro, después interrumpir, y volvía a tomar medidas. Llegaba la noche lo suspendía todo. Era difícil que a la mañana siguiente decidiera reanudar el trabajo en aquel punto. No había forma de encontrarlo durante una semana." Y culmina: "Cósimo llevó a cuestas la imagen del Caballero Abogado como advertencia de en qué puede convertirse el hombre que separa su suerte de los demás".

Un conocido algo remoto me grita hoy desde la escalera del club: "qué te pasa Daniel, que vas tan pensativo". Me pasa el mundo, pensé. Cómo estar de otro modo? E inmediatamente uno esgrime una sonrisa para protegerse de la ironía. Pero los ojos no sonríen, no; y uno sigue subiendo la escalera. Y entonces seguimos en otro año, subiendo la otra escalera, con jardín, con Nalbandian y Del Potro en segunda ronda, a mitad de un libro, y con la impresión de que ese cosquilleo ante los deslizamientos ajenos -de la tierra, de las personas, del mundo- van haciendo mella. Tal vez la única forma de hacerse inmune a los deslizamientos ajenos sea la soledad irresoluta del Caballero Abogado.