Tuesday, June 19, 2012

El laboratorio de la Bakerloo

Me habían dicho de ese busto de Bernandino Rivadavia bajo la línea Bakerloo en Londres. Me topé con ella en uno de mis intentos por salir cerca de mi hotel en Bayswater. Ese día, como un presagio, había intentado una llamada desde un teléfono público en Hyde Park y había olvidado mi amada guía londinense en la cabina; volví corriendo y por suerte aún estaba allí. Lo mismo puede decirse del busto, estaba donde me habían dicho. Me acerqué tímidamente y con cuidado le saqué  un par de fotos. No eran buenos días como para alegar argentinidad, además Rivadavia había sido realmente un traidor. Me alejé hacia la salida de Baker Street y me llamó la atención un enorme cartel que decía "Laboratorio Argentino".

Una gran cúpula iba elevándose dejando en una esquina al busto y en la arcada opuesta la entrada al laboratorio, adornada con esquemas de partículas subatómicas. Me ganó la curiosidad y fui subiendo, preguntándome si habría algún conocido de mi vida anterior. En la escalera venía bajando el doctor M, quien había sido mi director de tesis. Supo aparentar normalidad aún en esa circunstancia extraña de otro país y otro tiempo: me saludó fríamente, y me dijo que estaban de fiesta por la inauguración de no sé qué muestra del Laboratorio, que me diera una vuelta. Siguió su camino hacia abajo y se desapareció bajo el cartel que decía "Elephant & Castle". No lo volví a ver.
 
Al subir me encontré a un par de conocidos más, devorando unos sanguchitos.Nadie estaba sorprendido de verme; ni yo hice el esfuerzo de explicar la coincidencia, ni el hecho de que hacía años que había abandonado a la Física.  Dos de los tesistas tenían frentes prominentes y entradas en las sienes, casi un cliché de la inteligencia. Había tres viejitos que discutían un esquema de decaimiento nuclear, con interjecciones y frases infantiles, invocando paternidades entre estados nucleares. Casi no había mujeres. Pregunté dónde estaban los invitados locales, y se encogieron de hombros.

Parece que el laboratorio estaba allí desde los años cincuenta, y que lo habían mantenido convenciendo a las autoridades de la ciudad de la continua "puesta en valor" de las zonas adyacentes al subterraneo. Me mostraron un plano que describía en "Teralibras" la consolidación del valor inmobiliario. De Física no parecía haber mucho, y si tocamos algún tema fue para confesarles mi desconcierto. Siempre olvido, aún en sueños, que en el Primer Mundo no se estila alegar ignorancia. Me fueron dejando solo, y  me alejé caminando hacia mi hotel, mirando con extrañeza el fulgor de la mirada de bronce de Rivadavia.

Sunday, June 10, 2012

Cómo sentirse bien, según Martin Amis


"I gestured at my litre of fizzy red wine. 
Want a drop of this? I asked him.
No thanks. I try not to drink at lunchtime.
So do I. But I never quite make it.
I feel like shit all day if I drink at lunchtime.
Me too. But I feel like shit all lunchtime if I don’t.
Yes, well it all comes down to choices, doesn’t it? he said. It’s the same in the evenings. Do you want to feel good at night or do you want to feel good in the morning? It’s the same with life. Do you want to feel good young or do you want to feel good old? One or the other, not both.
Isn’t it a tragedy?"

Martin Amis - "Money: a suicidal note" (1984)

Martin Amis nos dice que sólo podemos elegir de a ratos cuando sentirnos bien. Dos puntos interesantes al respecto: el primero es que el protagonista, John Self, siempre está a punto de estallar. Es un héroe moderno berreta, decadente, amante de los gustos efímeros; su misión en la vida es literalmene hacer dinero. Lo segundo es que este diálogo se produce entre el protagonista y el tímido escritor Martin Amis, que logra colarse impúdicamente en su propio libro.

El libro fue escrito hace casi treinta años, en los ochenta de Gordon Gekko y las post ideologías. Puede decirse que en Inglés este libro es muy recomendable, y que en Español es una tortura a manos de Anagrama. Volviendo a la vida real y a pesar de sus hábitos orientales (digo, de veranear más allá de Punta del Este) jamás me lo encontré a Amis en José Ignacio, a pesar de haberlo buscado con alguna intensidad. Pero eso no me impidió sentirme bien.