Tuesday, September 18, 2007

Requiem para Gino


De la lista de placeres capitales, el más sencillo de abordar abiertamente en un blog es el de comer. No es una cuestión menor en una ciudad con inflación creciente y con un turismo que tira para arriba los precios: es inmediato que un buen almuerzo que en 2002 no bajaba de 15$ ahora está cerca de 40$ -a menudo por cuestiones barrocas ajenas al gusto del comensal-. Debería haber una guía acerca del buen comer, que vaya más allá de los intentos de la Guía Óleo.

No hice aún el duelo por la desaparición de Gino -Diagonal Sur casi Alsina- con sus platos caseros y la atención de Georgina, con el silencio tempranero, el monitor bajito en ESPN y ejemplares de La Nación siempre disponibles. Cierro los ojos y recuerdo que al menos dos veces por semana, hacia 2004 ó 2005, me obsequiaba a mí mismo con el ritual de un almuerzo temprano y silencioso, en un Gino casi desierto. Depende del día, puede que fueran zapallitos rellenos o parmeggiana de berenjenas. Ante la duda o acabado el menú del día, tenían los mejores tallarines caseros con simple aceite de oliva. Hasta el café era bueno.

Quedan las anécdotas. Una vez un director me sorprendió en ese ritual y me increpó por mi soledad. "Siempre cagándote de risa, vos" fue su frase. No le era dado entender que el precio de una "necesaria empatía de empresa" eran los almuerzos ruidosos, plurales, difícilmente digeribles. En otra oportunidad, cuando los piqueteros atacaron la Legislatura, Gino se convirtió en la central de operaciones de una larga mesa con una veintena de Gordos Uniformados. Gino estaba virtualmente tomado por un Séquito de Gorgories: me dejaron pasar y comí en soledad, lejos del grupo, mientras miraba en el monitor la violencia a pocos metros. La planta del local estaba sitiada entre la oblicuidad de Diagonal Sur y los fondos del Hotel Nogaró; el piso ajedrezado continuaba hasta un fondo desdeñable donde medraban los que llegaban tarde. Una tarde de 2006 un letrero me paró de bruces en la puerta: Gino había cerrado, y el diariero de la puerta no supo explicarme qué pasaba. Dicen que Georgina está trabajando en un hotel.

Vuelvo al hoy. Si tuviera que elegir, queda poco. Alguna picada en el Bar de Cao, en Independencia y Matheu. Celia retoma allí el papel de la moza protectora en la saga universal. Tal vez el Vivaldi de Echeverría y Conde a la hora de un desayuno de trabajo puede servir. Qué debería haber: comida simple, silencio, un diario a mano, platos en precio. Es mucho pedir?

En fin: menos plato ostentoso, menos artificio de empanaditas previas no requeridas, menos ostentación en la lucha de clases entre cretinos y mozos. Y por supuesto, menos gente que te diga lo que está bien y lo que está mal.

Si conocen algún lugar así, por favor avísenme.
In memoriam Gino

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