Una vez, cada tanto. Tal vez solo.
Sentís que estás en fase: hacés lo que querés, con quien querés, en el momento adecuado.
El tiempo parece detenerse en algún punto de inflexión entre lo que fue y lo que va a ser, como si del reloj de arena los granos cayeran con más lentitud.
Cuidás ese instante con el mismo celo que un viejo guardián de una vela, ahuecando la mano contra el viento. Es la epifanía: te decís, debo acordarme de este momento.
Hay algo de trascendencia, un elemento atemporal. Es factible que gente de hace siglos se haya sentido igual que vos, que no hay muchos elementos de modernidad alrededor. Simplemente estás capturando la esencia de un lugar, sos simplemente un recipiente que acuna su mojo.
Y luego, no más. El instante ya fue. Sólo queda la capacidad de recordarlo.
Luego del post, camino hacia el anti-instante del rush hour en el Subte.
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