Monday, August 06, 2007

Rewind: mis propias otredades

Lista de recuerdos tipo Paul Auster: Tandil en un camping de la primaria, con la mezcla de dos divisiones antagónicas en el dormitorio. El juego de crocket y las excursiones insípidas y minerales. Esto es la bisagra, la divisoria entre el niño y el adolescente.
Por entonces, el cumplimiento de leves ritos idiotas, como el de quedarme inmóvil ante ciertas campanadas casi mortuorias. La fascinación del Rasti: construyo, luego existo. Un día que jugué bien al fútbol en cuarto grado. Recuerdos deportivos, clavados como mariposas en bases de datos: la entomología del memorioso deportivo requiere de un balón. Es fábula, pero recuerdo un Alemania-Suecia del Mundial 74 y un cumpleaños en Barracas ese día. El hermano mayor del cumpleañero tenía Topper negras e ínfulas de beatle, hoy es concejal radical, o padece alguna extinción semejante. Sturla ya se había muerto, Lanatta era el que mejor jugaba al fútbol, y Sarciat iba a ser el único sobreviviente en términos de amistad de aquel grupo. Sólo que entonces no sabía nada de esto, no sabía que esto era importante, ni sabía que algo jamás iba a serlo. No sé si era feliz: creo que los chicos lo son, en tanto jamás se lo preguntan.

Obviemos muerte paterna, lo esencial no es para los blogs. El azar determinó un colegio técnico. Un viaje solo en Aliscafo a los trece años, sueños de independencia oriental munidos de permiso de menor. Un helado en Montevideo a la salida del Parque Rodó. Pero, hay datos de Primaria que aguardan: correr delante de la fila a limpiar el pizarrón y airear el aula. Izar la bandera, o buscar candidatos a ello, un cipayo en ciernes de pronta rebeldía. En cuarto grado, haber recibido la medalla de Mejor Compañero, y las miradas un segundo antes. Parecido a las miradas cuando me fui de Big T treinta años después. La idea de haber sido muy pacato, de niño. La idea de no saber salir de uno mismo, de grande.

Otro absurdo, más adelante: el voley en el recreo del Pío sobre los travesaños. El cuerpo sintiéndose capaz de ser más que otros cuerpos. Lo mismo quedaría para las marathones, el estudio o el dinero, años más tarde. Un necesario campamento en Gesell arroja este inventario: ocho carpas sobre el bosque arenoso, los viejos grabadores con temas de Serú, la prohibición de volver tarde. Importante: nuestro equipo de fútbol ganó, impensadamente. Alguien rechazó mi regalo de cumpleaños -un paquete de pastillas-y tuve la noción equivocada de que años más tarde me sentiría orgulloso de ese rechazo. Sigo evadiendo las obviedades de Teatro, Bariloche, y el inicio de la Facultad. Más acá, en NCR, la imagen de la pelotita de ping pong naranja rebotando ante las miradas de los gerentes. Cataclismo iniciático: llamada de La Plata, la ventanilla de un cajero automático que dice hola y adios, sube y baja, las páginas del manual que desfilan a medianoche y descubro que el DIY (hágalo Ud mismo) no es lo mío, volumen XIX. Pero: un leve fluir de camaradería entre los técnicos. La primer idea errónea sobre la Autoridad: los de abajo contra el de arriba, tan simple como eso.

Luego, en esa bisagra de comienzos de la Facultad, olvidé todo y la Ciencia fue lo importante -aunque era sólo otro posible driver. Allí tambíen me olvidé y me nublé, otra forma de seguir adelante. La manía por entonces era correr los colectivos cuando se estaban yendo, e increpar al chofer. Otro desafío a la autoridad? Los CEOs debieran haber manejado bondis?

Luego hubo otro mantra, el del Negocio. Pero todo era lo mismo, siempre me explicaban y desatendí, aburrido. Luego -y al decir luego, puede significar décadas- la seriedad familiar y laboral, que al igual que las tragedias familiares escapan a los fines de este blog. Life starts to make sense, NOW, me digo. No hay ensayos. Y lo que me molesta, lo que de veras no tolero: el 130, que juro fue rojo y que casi siempre vi azul tipo 152, juro que hoy pasó y lo vi verde amarillento, del color del paso del tiempo.

2 comments:

Charlotte said...

Una semana tarde lo leo. Me gusta. Y es verdad, el 130 mutó, ahora se parece a un 111, es meas, me atrevo a afirmar que son idénticos.

Daniel said...

Supongo que lo que más nos distingue como humanos es la incapacidad de tolerar el paso del tiempo.

PD, me faltó decir que Figueroa Alcorta era doble mano cuando el 130 era rojo, pero ya es medio bajón, no?