A veces vuelvo a un viejo libro -a menudo de caminos agotados, como el de la sci-fi- y releo lo que me gustó en ellos hace años, tratando de encontrar el encanto perdido.
En esta cultura de espectadores dondo hablamos y procastinamos, donde esencialmente sólo gestionamos permisos y anuencias, leer es también una dilación; es demorarse en la antesala de uno mismo, hundirse en cavilaciones para protegerse de demonios internos que nunca llegaremos a exorcizar del todo.
Se siguen demorando, entonces, en los anaqueles aquellos libros regalados hace poco. En medio de las tardes de invierno -en medio de los feriados, e incluso de la nieve hoy (!?)- vuelvo a un viejo librito verde de Gene Wolfe, donde se acuña la noción del fin de la infancia. Algo que caseramente se define como el momento en que los nudillos empiezan a ser visibles...
En esta cultura de espectadores dondo hablamos y procastinamos, donde esencialmente sólo gestionamos permisos y anuencias, leer es también una dilación; es demorarse en la antesala de uno mismo, hundirse en cavilaciones para protegerse de demonios internos que nunca llegaremos a exorcizar del todo.
Se siguen demorando, entonces, en los anaqueles aquellos libros regalados hace poco. En medio de las tardes de invierno -en medio de los feriados, e incluso de la nieve hoy (!?)- vuelvo a un viejo librito verde de Gene Wolfe, donde se acuña la noción del fin de la infancia. Algo que caseramente se define como el momento en que los nudillos empiezan a ser visibles...
"I stopped for a time to look at the books, sharing a little, forgotten garden of winter sunshine with a dry fountain. Before I had so much as opened any of the other volumes, I felt that pressure of time that is perhaps the surest indicator we have left childhood behind."
Gene Wolfe, "The shadow of Torturer" (1981)
Gene Wolfe, "The shadow of Torturer" (1981)
Escrito mientras nevaba en Buenos Aires
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