Ningún hombre quiere que le espíen la conversación interior, dijo alguien. O en buen romance, lo que todo hombre quiere es que no lo molesten. Pensaba esto mientras estiraba las piernas y respiraba hondo tras correr en una pista de atletismo desierta. 12 km, la mitad de ellos a 4:30, en la pausa del mediodía en un día invernal pero de sol: la receta de la felicidad. Era un momento perfecto: no demasiado frío, algo de nubes, hasta la torpeza intelectual de Andy K en el mp3 era algo tolerable. Como en un recuerdo lejano, el trabajo marchaba bien.
Por la tarde, en el Centro, se dieron dos de tres. Hubo tickets en el Teatro con el descuento esperado, encontré las zapatillas necesarias para la próxima marathon, pero no hubo reemplazo del Sony Ericsson que ha decidido no responder a su dueño. "Caba(sh)ero, ese modelo no lo tengo. Caba(sh)ero, no se vende ese modelo en cuotas en su factura". En mi mapa de molestia ya había un cambio. En Viamonte había una manifestación contra el fútbol (!?) hecha por pseudo barrabravas pagados por alguien. Sumergido en el libro de Felix Luna casi no reparé en el montón humano del subte.
Ya es noche. De la nada surgen los mails en el monitor: hay un viaje a México mañana. Debido a la imposibilidad de prepararlo como corresponde resulta un horror. Epifanía, desconexión, ganas de cortar con todo. Y la profesionalidad? El infierno es que no puedas usar la pista o el andarivel de la pileta tranquilo, o que te digan caba(sh)ero y te nieguen lo que buscás, o que mañana haya que ver si efectivamente hay tickets, o que haya que contradecirse y explicarle al cliente todo de nuevo. Adónde quedó aquella contemplación de la nada mientras elongaba isquiotibiales?
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1 comment:
Corrijo, las zapatillas no me van.
Fue una de tres.
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