Me habla Juan Sanchez, mi taxista mexicano (tax-mex?) favorito. Me habla durante las últimas cinco horas mientras me lleva en un raid laboral-cultural que abarca último meeting, Museo de Antropología y aeropuerto. Me asegura que su servicio es barato, que conoce las mejores rutas y que será mi guia durante mi próximo viaje. Y que esta vez "ándele, elíjase un hotel bonito cerca de Polanco, para qué se fue a Santa Fe".
No entiendo México. No lo entendí la última vez que vine, ni lo haré la próxima vez. Tal vez porque en este viaje venía con la intolerancia al mango, pero no comprendo la mezcla de orgullo por el pasado y los "mande", las manitos atrás tan sumisas, los mozos corriendo a cambiarte el plato, y la urgente necesidad de tips. Dónde quedó el orgullo de los pueblos del pasado?
El museo es infernal. El paraguas gigante domina el patio como una nave extraterrestre tirando jugo de kriptonita sobre los paseantes. Cada sala es excesiva, opulenta, recargada. Algo dormido pienso en quetzalcoatls de piedra, en Xolotl y los gemelos, en inmensos ídolos de piedra transportados desde la selva. La foto con el calendario azteca no pudo ser. Una voz me saca del ensueño "ve mi cuate, ya estamos llegando eh". Suerte que mi chofer no lleva las manos detrás.
Friday, August 07, 2009
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