Sunday, May 04, 2008

El hermano de Meteoro

El hermano de Meteoro vive en un coqueto duplex de Colegiales, posee un auto importado que vacila en dejar en la puerta de su cosa –se sabe que en Buenos Aires ya no hay cocheras y sí hay ladrones-. El hemano citado convivía con una novia pequeña, llamativa y silenciosa, en ese orden riguroso. Notemos que el uso del pretérito imperfecto en el verbo convivir sugiere cambios.

En el presunto apogeo de la primera madurez sin hijos, y en la apariencia pelatus in extremis del sujeto –lo veo y creo verlo a Wainraich- subyacía una cierta modernidad, manifestada principalmente en la música dance que se escuchaba a todo lo que da los domingos a la mañana. Pero no mucho más. Nada de deportes, amigos que frecuentasen, o saludos con sus vecinos. Sólo encuentros circunstanciales con él a propósito de indeseables, valor de las expensas, búsqueda de garage o fenómenos atmosféricos. Las trivialidades nos condenan y nos hermanan a la vez.

Ocurrió que la chica desapareció hace cosa de un mes. Los hechos señalan que desde entonces el hermano de Meteoro le pregunta a sus vecinos sobre los ruidos de la bomba de agua, ya no se escucha música al regresar de la disco, y se ve su auto tirado en la puerta del duplex. La tesis pacata es que el amor pone sensible a la gente. Mi sensación es que al cruzar una frontera como la del abandono, ciertos individuos pueden rescatar alguna sensibilidad y encontrar matices donde antes no los había. Todas estas conjeturas absurdas se derrumbarán cuando la chica retorne, yo me la cruce, y le diga, solemne, “nena, me cagaste el post”.

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