Este es un periodo donde las cruzadas absurdas han tomado el poder. Enumero: pasaportes para toda la familia, normalización de cuestiones impositivas, hacer frente al colapso de CPU y modem wireless, asistir a la degradación de las paredes y del piso de la casa, contemplación en éxtasis de la duplicación del valor de la patente, y hondas sospechas sobre el valor exacto del ABL.
Entonces, idas a Rentas. Entonces, las sesiones de RPG esconden furtivos raids a la oficina AFIP de Cabildo y Lacroze. Entonces, éxodo de clientes. Entonces, gozo secreto en el llenado de planillas con font Trebuchet. Hay dos gemas en este periplo: la legalización de mi título universitario en los Ministerios de Educación y del Interior-se pronuncia de corrido y en italics- en paralelo con el absurdo pedido por parte de un empleador de que le suministre una falsa terna de interesados, entre las que debe sobresalir mi CV. Todo por duplicado, por favor.
De mis idas a Rentas (Viamonte al 900) debo una foto de empleados jugando juegos en su PC mientras atienden al público en estado de apnea. La AFIP, por su parte, ha merecido un post aparte; basta decir que uno de los círculos del averno es ser un mal pagador impositivo. Cualquier atraso significa imprimir unas 500 hojas A4 para lograr pagar individualmente conceptos de 0.01$, si es que alguna oficina o canal de pago admite tal parafernalia. El pago electrónico en esas condiciones, no existe, y se debe recalcular la deuda al día exacto de la transacción, aquella que rechazan en los Pago Fácil por ser "muy complicada". Tudo bom, tudo legal.
Tuesday, March 23, 2010
Tuesday, March 09, 2010
El óvalo infernal y Ernesto Sábato
Ayer estaba haciendo pasadas de 800 metros en el Óvalo Infernal de Figueroa Alcorta y Dorrego, a esa hora en que la luz oblicua proyecta un verde tipo Tommyknockers en los árboles. La concurrencia de hechos absurdos -semáforos de gran bondad que impedían el tráfico, dos jinetes jugando un polo berreta al otro lado de Alcorta, la certeza de que el género humano no existía durante mi corrida- devinieron en dos sensaciones. Una, que ese óvalo tiene más de 800 metros. La otra, que tenía ganas de escribir algo sobre Sábato.
Y por qué Sábato? Ayer, revisando mi arcón -nota al pie, una serie de "n" arcones en paralelo que jamás ordenaré- encontré una esquelita muy bondadosa que me mandó Sábato en respuesta a una ingenua carta mía, escrita a los dieciocho años, planteando si el conocimiento necesariamente genera tristeza. Adelantándome veinticinco años a Ricky Fort, lo que pretendía preguntar en la carta era para qué estudiar Física o intentar escribir si es más sana una vida pasatista. Debería escanear y postear la cartita, donde Sábato, palabras más, palabras menos, me sugería que me dejara de joder. Vamos al punto: me gustó más esa esquela que sus libros.
Sucede que era mi héroe literario de entonces yace ahora taggeado como "escritor ladri" en este blog. En un raid de subte B al centro estuve releyendo "El túnel" y lo encuentro pésimamente escrito. Lo mismo ocurre con parte de "Sobre héroes y tumbas" (a pesar de un buen comienzo, casi cortazariano, en Parque Lezama) y sobre todo con "Abaddon". Sobresale en la obra de Sábato su aflicción por el mundo, algo que no es entretenido, y que debería dejar de producir perplejidad más o menos a la edad en que recibí la Esquela Sabatiana.
Ante la duda, es bueno recordar que Borges y Bioy Casares solían ironizar acerca de los esfuerzos literarios de Sábato. Se lee en el Descanso de Caminantes de Bioy: "Un día (Sábato) me trajo el manuscrito de "El Túnel" para que se lo corrigiera (...) lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito, y según mi costumbre (...) lo corregí todas las veces que fue necesario. Cuando Sábato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolvía un librito, plagado de errores de composición, que no podía corregirse (...) y con las páginas plagadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etc. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, comenzó a deteriorarse".
Y por qué Sábato? Ayer, revisando mi arcón -nota al pie, una serie de "n" arcones en paralelo que jamás ordenaré- encontré una esquelita muy bondadosa que me mandó Sábato en respuesta a una ingenua carta mía, escrita a los dieciocho años, planteando si el conocimiento necesariamente genera tristeza. Adelantándome veinticinco años a Ricky Fort, lo que pretendía preguntar en la carta era para qué estudiar Física o intentar escribir si es más sana una vida pasatista. Debería escanear y postear la cartita, donde Sábato, palabras más, palabras menos, me sugería que me dejara de joder. Vamos al punto: me gustó más esa esquela que sus libros.
Sucede que era mi héroe literario de entonces yace ahora taggeado como "escritor ladri" en este blog. En un raid de subte B al centro estuve releyendo "El túnel" y lo encuentro pésimamente escrito. Lo mismo ocurre con parte de "Sobre héroes y tumbas" (a pesar de un buen comienzo, casi cortazariano, en Parque Lezama) y sobre todo con "Abaddon". Sobresale en la obra de Sábato su aflicción por el mundo, algo que no es entretenido, y que debería dejar de producir perplejidad más o menos a la edad en que recibí la Esquela Sabatiana.
Ante la duda, es bueno recordar que Borges y Bioy Casares solían ironizar acerca de los esfuerzos literarios de Sábato. Se lee en el Descanso de Caminantes de Bioy: "Un día (Sábato) me trajo el manuscrito de "El Túnel" para que se lo corrigiera (...) lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito, y según mi costumbre (...) lo corregí todas las veces que fue necesario. Cuando Sábato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolvía un librito, plagado de errores de composición, que no podía corregirse (...) y con las páginas plagadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etc. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, comenzó a deteriorarse".
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