Hay un par de asuntos que demuestran el paso del tiempo. Uno es que te sientas el papi de los que trabajan cerca tuyo; el otro es que probablemente seas el único que no usa tatuaje de ningún tipo.
Hoy estábamos con la chiqui Agustina en la cocina del trabajo, ambos preparando un café, y noté su nueva piedrita en la nariz. Le pregunté, sintiéndome un poco paternal, e imaginando la reacción de su pobre padre. Me contó los detalles escabrosos -lindo adjetivo- sobre agujeritos precedentes que se cierran, un nueva virginidad nasal, y demás etcéteras. En fin, en mi percepción todo esto nos deja a pasos de la autoflagelación, el canibalismo y los reality-shows, pensaba yo mientras miraba hipnotizado el metalcito. "Parece un moco" dice Agustina que le dijo el padre, en un súbito arranque de sinceridad. Pude cerrar la conversación con cierta hidalguía y le conté a mi vez de mi hija, y de mi argumento ancestral "no te hagas nada que no puedas deshacer después". Oh sí, yo soy medieval, lo sé. Me dicen que cuando tenía tres años le pregunté a mi pobre vieja "si estaba bien que las mamás leyeran el diario".
La pobre Agustina se alejó meneando la cabeza. Me quedé pensando en que todas estas cosas son signos exteriores. Qué hay sobre los verdaderos cambios, los internos, que sólo se aprecian en situaciones particulares? Un cambio laboral, de pareja o de actitud es muchísimo menos evidente pero más trascendente que un tattoo en el toor, y sin embargo nos quedamos en la superficie, en las piedritas en la nariz, en los piercings. Un último y estúpido consuelo es que yo me piense moderno así, en cursiva, como consuelo de que ninguna modernidad física sería ya posible. O sea, el piercing te lo debo pero soy re open mind. Una boludez.
PD: no existe un copiar/pegar formato/alma. De otra forma, nos entenderíamos.
Monday, June 04, 2007
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