Desde hace unos días, tal vez alentado por el tono nuevamente triunfalista del gobierno argentino acerca de Malvinas, tenía ganas de revisar mis papeles de aquella época y confirmar la presunción de que en mi adolescencia ya tenía todo claro. Desde ya que esto era otra de mis cruzadas absurdas, la pretensión de ser coherente. Supongo que tenía ganas de escribir algo profundo y definitivo que fuera un resarcimiento personal y una abominación definitiva del gobierno. Pararme yo en los pedales de mi entendimiento definitivo de la vida, y avisarle a los periodistas dónde estaba el camino. Una boludez.
Al bajar viejas agendas de estantes inaccesibles, hallé hechos inconfesables. En ese entonces veía series de TV muy aburridas ("Shirley & Lavern", "Sheriff Lobo", "Flamingo Road"), pero me disculpa el hecho de que agendaba "Ver a Olmedo" los martes y los jueves. Parece que ya entonces iba como un maniático al club GEBA, usaba palabras olvidadas como gozar, embole, gastar y purgar; y que en fin, gastaba demasiada tinta en una instrospección estúpida. Los papeles dicen todo eso. Hay dos imágenes de entonces que pude confirmar: la primera del 2 de Abril de 1982 el cura que nos daba filosofía en ese 5toB del colegio Pío IX detuvo su clase, trazó una raya vertical en el pizarrón, y puso a un lado y al otro de esa línea los nombres de quienes estaban a favor (unos treinta) y en contra (Charly Mariosa, yo, y sólo dos más, tal vez Quini?). Era el bramido popular de un quinto año en la que una opinión en contrario suena muy mal. El gordo Caffarello -ahora un probo abogado y siempre gran persona-, desde su rincón de atrás a la izquierda, gritaba tribuneramente "aguante", y nos llevaba bosteramente a la guerra, con su llavero como ariete triunfal.
La segunda imagen es más festiva, y tiene lugar en mi cumpleaños diecisiete, casi dos meses después. Ya en plena guerra, Javier,Juanky y Fabián (mis amigos de entonces, mash-up de Club y de Colegio) me pasaron a buscar por Bernardo de Irigoyen y me llevaron en taxi a cenar a un Pippo de manteles de papel, y luego a tomar algo a Zanettin. Un lujo. Fue uno de mis mejores cumpleaños; ya en ese entonces lo pasaba mejor hablando con mis amigos -loosers o no- que tratando de entrar a la City. Recuerdo que en esa cena hablamos de la guerra, de buques hundidos y reales posibilidades. Creo que estábamos convencidos de que había chances; para ese entonces, me parece que yo había abandonado mi renuencia bélica inicial, tal vez por la necesidad de aceptación en el grupo, o porque hacia allí nos dirigía la prensa.
Que hay en común, me digo mientras espero el Estudiantes-Boca de hoy, algo realmente importante. La gente es lo único que hay en común. La gente es la última derivada, la razón de que las cosas vayan bien o mal. La gente que gobierna usa los mismas mentiras, ahora y entonces, para ocultar que están robando. La gente del común va tejiendo su vida, escribiendo, añorando, y descubriendo que nada cambia, y que tal vez nuestras percepciones del pasado son erradas -o que nuestra percepción las retuerce- para lograr un confort, un vinito y soportar el Fútbol para Todos, una victoria que nos dé otro campeonato, y poder así olvidarse de guerras, economías y otras batallas más íntimas.
En fin. "El tiempo conspira" decía el titular de Crónica. Ganamos la guerra. Seguimos ganando. El país va genial. Somos jóvenes y hermosos, la gente nos quiere y seguramente Zanettin sigue abierto, allí en la Nueve de Julio.
Sunday, April 01, 2012
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