"Si te pican, tenemos cuatro horas hasta el hospital" me dice afablemente mi amigo. Aclara rápidamente que hay antídoto. Un martes hago los 40 km hasta Coronel Suárez buscando banda ancha y verifico el estado del camino. Con la sequedad afloran los alambres y es más fácil pinchar un neumático. Sería doble mala suerte: que te pique una viuda negra y que pinches. A la vuelta nos acercamos a una telaraña y preparamos el banquete: arrojamos saltamontes y mantis religiosas, y filmamos. La araña negra del tamaño de un dedal mueve su abdomen con ocho rojo delicadamente diseñado, y con economía de movimientos, gana siempre. Es una araña K.
Lo bueno es la cancha de tenis libre: a esta hora los locales no se le animan al cemento. En el asado de la noche una prima inglesa revela palabrotas inimaginables y confiesa su entusiasmo: en el pueblo le dicen "que es muy gauchita" y para ella esto es simple pertenencia y no bardo. No la decepciono, pero la tentación es grande. Al día siguiente me dicen que volvieron las águilas langosteras que migran desde Canadá, atraídas por la sequedad y los insectos: levanto la vista, apenas se las ve en lo alto. Hay relámpagos hacia el sur -es allá el Sur, no?- pero no llueve. Las vacas están flaquitas. Los girasoles ya no giran. Y como temiendo más maldiciones, no se habla de los Kirchner, en el campo lejos de la ciudad.